De acuerdo con Makdisi, Hezbolá también está sintiendo el peso de las sanciones que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, le impuso a Irán. Hace unos meses, Nasrallah declaró que Hezbolá estaba en aprietos económicos y urgió a sus simpatizantes a ayudar a recaudar fondos para el grupo.
Desde hace décadas, el gobierno iraní ha respaldado y financiado a este grupo predominantemente chiita. Pero como Irán se ha apretado el cinturón bajo el peso de las multas desde que Estados Unidos se retiró del histórico pacto nuclear, Hezbolá no puede depender tanto del respaldo económico del gobierno iraní. Por otro lado, la economía de Líbano también pasa por un estancamiento y por el aumento de la deuda, lo que deja a Hezbolá pocos recursos a su disposición.
"Sin importar cómo le vaya a Hezbolá en el terreno militar, va a haber daños enormes a la infraestructura y no habrá dinero suficiente para reconstruir lo que quede al final", dijo Makdisi. "Creo que es una situación grave: las sanciones están funcionando hasta cierto punto. Ellos están bien conscientes de eso".
Mientras tanto, en el sur de Líbano prevalece una calma prudente. El silencio fue notorio luego de una semana de oír el zumbido de los drones israelíes. Los habitantes dijeron que el enfrentamiento "ha terminado".
"En realidad no tenemos otro lugar a dónde ir", dijo Kamela Abdel Aal, una pastora que regresó a sus tierras cerca de la frontera cuando Israel puso fin a los 22 años de ocupación en el sur de Líbano, en 2000. "Cuando hay combates, huimos. Cuando terminan, regresamos".