Los jóvenes iraquíes y libaneses no solo exigen una sociedad mejor: la crean

Los manifestantes en ambos países están exigiendo mejores condiciones de vida a las autoridades, pero también tratan de replicar en los sitios de protesta cómo quieren que la sociedad se comporte.
Los jóvenes insisten en sacudirse las realidades políticas que les parecen tanto arcaicas como causantes del deterioro constante de sus condiciones de vida.

Tamara Qiblawi y Mohammed Tawfeeq

BEIRUT, Líbano- Una mujer mayor serpentea en su camioneta entre una multitud de jóvenes en la autopista principal de Beirut, conocida como "el Anillo". "¡No debieron dejarla pasar!", le grita Amir Baroudy, manifestante de 26 años, a un grupo de jóvenes que aparentemente se distrajeron de su tarea asignada: cerrar el camino a la fuerza.

Los manifestantes están esparcidos por la entrada al Anillo. Algunos formaron un círculo y se sentaron en el asfalto con las piernas cruzadas. Un manifestante enrolla un cigarrillo y otro revisa su teléfono. Hace un mes, esta imagen les habría parecido surrealista a los habitantes de la ciudad. Pero desde que empezaron las

contra las élites políticas y la corrupción, el 17 de octubre, las congregaciones de jóvenes para perturbar las arterias principales de Líbano se han vuelto la norma.

"Este lugar en específico es significativo", dijo Baroudy, de larga melena y barba. "El Anillo se usó para dividir a la gente en la guerra civil y este es el punto de convergencia". La autopista pasa justo por donde estaba el frente de batalla, la "línea verde" que dividía al este de Beirut, predominantemente cristiano, del oeste predominantemente musulmán hasta que terminó la guerra civil en el país, en 1990, dejando destruido el distrito central. "Ahora, esta protesta une a la gente bajo una sola causa, una bandera, sin partidos políticos, sin sectarismo. Todos están juntos aquí, unidos en este puente", explica Baroudy.

En Irak también hay protestas contra la corrupción, la falta de servicios básicos y el desempleo creciente. Al igual que en Líbano, los manifestantes iraquíes han transformado espacios urbanos intensamente vigilados en bastiones de la disidencia. En el túnel Al Tahrir, en Bagdad, hombres y mujeres se protegen de las fuerzas de seguridad y atienden a los heridos. Los muros del túnel están cubiertos de murales.

El corazón del Viejo Beirut, un barrio normalmente poblado con guardias de seguridad privada, está salpicado de grupos de tiendas de campaña, en donde los activistas se reúnen para hablar animadamente de su futuro.

Aquí, los jóvenes encabezan la carga. Insisten en sacudirse las realidades políticas que les parecen tanto arcaicas como causantes del deterioro constante de sus condiciones de vida.

"Si piensas en las escenas que hemos visto en Trípoli y Beirut [en Líbano], en Bagdad y en Karbala [en Irak], casi parece que están tratando de replicar cómo quieren que la sociedad se comporte", dijo Hafsa Halawa, analista y especialista en desarrollo.

"Ya sean las mujeres que atienden a los heridos… ya sean las parejas que se proponen matrimonio, personas con banderas de arcoíris, todo esto son indicios de la clase de sociedad en la que quieren vivir", dijo a CNN.

"No es solo el estilo de gobierno. Es principalmente una cuestión de identidad. Es lo que significa ser libanés en estos días. Esto es lo que significa ser iraquí".

Los jóvenes de la vanguardia

Los jóvenes manifestantes en Irak y Líbano dicen que les indigna la aparente arrogancia de la élite política. Cuando el gobierno libanés propuso gravar las llamadas de WhatsApp, quedó expuesta la enorme desconexión de la dirigencia del país con la población cada vez más adepta a la tecnología —además de empobrecida— que ha llegado a depender de las llamadas telefónicas gratuitas.

En Irak, la brecha creciente entre el orden político y los jóvenes (especialmente los menores de 25 años) que se formó luego de la invasión de 2003 ha causado un resentimiento profundo.

"Luego de la invasión que Estados Unidos encabezó en Irak en 2003, los líderes religiosos dominaron en casi todos los partidos políticos. En ese entonces, la gente aceptó a esos partidos y a sus líderes", dijo Ahmed Salim, activista iraquí. "Desde entonces, hemos visto surgir a una nueva generación. Esta generación creció en un tiempo de corrupción que llevó a la violencia y a la inestabilidad en el país".

"También tenemos cierto grado de consciencia que nuestros padres no tenían. También estamos conectados al mundo a través de las redes sociales y la televisión", explicó Salim a CNN.

El gobierno reaccionó a las protestas en Irak con la fuerza bruta. Más de 200 manifestantes han sido asesinados y hay miles de lesionados desde que comenzaron las protestas, según el Alto Comisionado Independiente para los Derechos Humanos en Irak. Sin embargo, los jóvenes siguieron desafiantes pese a la amenaza de violencia y se organizan en lugares como el puente Al Tahrir, en donde hombres y mujeres atienden a los heridos y reparten agua, alimentos, cascos y máscaras antigás entre los manifestantes.

"Estos grupos brindan apoyo logístico, recaudan recursos, entregan material médico y llevan a los voluntarios de las escuelas de medicina. Tiendas y más tiendas. También usamos tuk tuks para transportar a los heridos", cuenta Salim, el activista, refiriéndose a los carritos motorizados amarillos que suelen usarse como taxis en los barrios de la clase trabajadora.

Docenas de conductores de tuk tuks se ofrecieron para evacuar a los heridos y para repartir el agua y los alimentos que la gente les ha donado a los manifestantes.

"El tuk tuk se ha vuelto un símbolo de la revolución. Incluso creamos el periódico Tuk Tuk", cuenta Salim.

Al igual que en los levantamientos árabes de 2011, las redes sociales han servido para impulsar estas protestas de otoño en Medio Oriente; sirven de herramienta de organización y permiten que los llamados a la renovación política permeen todos los estratos sociales y atraigan seguidores tanto en zonas urbanas como rurales.

Los derechos humanos son clave en el movimiento de protesta. Aunque los manifestantes piden condiciones económicas mejores y se oponen a la corrupción, insisten en trascender a las divisiones religiosas y de clase.

Las banderas de Irak y Líbano han surgido como símbolo inesperado de la disidencia en estos movimientos. Los manifestantes se pintan el rostro con emblemas nacionales y se ponen banderas sobre los hombros al enfrentar a las fuerzas de seguridad. Uno de los murales del túnel Al Tahrir muestra a una mujer ondeando la bandera de Irak con la leyenda "Queremos una nación".

Los manifestantes creen que los sistemas políticos sectarios, que Irak y Líbano tienen en común, son los responsables de las barreras sociales que han provocado décadas de descontento civil.

"Nuestras protestas no son como las de antes. Antes, los manifestantes eran una combinación de grupos religiosos que hacían demandas políticas", dijo Sahar Qassim, activista de 28 años en Bagdad. "Ahora, las protestas son políticas y la religión no tiene nada que ver con nuestras demandas".

Las utopías sociales y la organización política

Sin embargo, entre los despliegues de unidad, a algunos manifestantes les preocupa que no estén lo suficientemente organizados. Los personajes políticos como Hasán Nasralá, líder del grupo militante y político Hezbolá, que cuenta con el respaldo de Irán, han criticado al movimiento porque sus demandas son "poco claras".

Las consignas que suenan más fuerte son "el pueblo quiere la caída del régimen" y "revolución".

"Una de las preguntas a las que regreso al analizar ambas protestas es que si se quiere renovar la clase política, ¿por dónde comenzamos?", señala Halawa.

En Líbano, Charbel Nahas, personaje prominente de las protestas, ha advertido repetidamente que el país podría "sumirse en la violencia" a falta de una organización política.

No obstante, hasta ahora los movimientos insisten en que no tienen líderes. En los sitios de protesta han surgido listas de demandas, pero muchos de los llamados compiten entre sí y pocos grupos parecen capaces de liderar a su país hacia una nueva fase. "Partidos políticos" es una frase que muchos detestan porque sienten que evoca al statu quo sumamente faccioso.

Los manifestantes también temen que a mayor organización política, más se perturben las "utopías sociales" de las manifestaciones, de acuerdo con Halawa. El que los manifestantes se comprometan a un plan político podría dividir a la gente y entablar contacto con los políticos significa que el movimiento de protesta podría terminar manchado por los tejes y manejes políticos. Halawa dijo que esa es la "paradoja" del movimiento.

"Cuando el movimiento se vuelve político, cuando llega al punto en el que los representantes negocien en su nombre con el régimen, el problema se vuelve la titularidad. Todos son titulares, pero no todos pueden estar en la sala al mismo tiempo".

"Es una cuestión de tener que sacrificar parte de esa utopía, que es el centro de tu protesta, para poder jugar este juego", dijo Halawa. "El juego es inherentemente sucio. Así es la política".