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Las protestas en Irak y Líbano tumbaron gobiernos, pero la lucha apenas empieza

Ambos países enfrentan ahora la tarea de cambiar todo un sistema político, no solo sus gabinetes, para dar solución a las exigencias de los manifestantes.
lun 04 noviembre 2019 11:53 AM
En problemas
Saad Hariri renunció como primer ministro de Líbano por las protestas. Ahora, es el favorito para ocupar de nuevo el cargo.

Tamara Qiblaw

BEIRUT, Líbano- Desde hace semanas, Irak y Líbano se cimbraron por las exigencias iracundas que sacudieron a su dirigencia política. Las élites reconocieron públicamente la denuncia popular en su contra y parecía que era inevitable que se hicieran concesiones políticas serias. Esto indicó un reordenamiento de los poderes fácticos que habría sido inimaginable hace tan solo un mes.

Luego, en tan solo tres días, a principios de noviembre, los gobiernos de Irak y Líbano accedieron a renunciar. Los manifestantes se regocijaron, pero muchos también reconocen que les espera un camino largo y complicado.

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A diferencia de gran parte del mundo árabe, Irak y Líbano no están al mando de autócratas y el cambio de gobierno rara vez desencadena un cambio en las políticas internas. Los manifestantes dicen que estos países son gobernados por cleptócratas democráticamente electos y que las élites políticas están profundamente arraigadas por los complicados sistemas de poder sectario compartido

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En ambos casos, los manifestantes se enfrentan a la tarea formidable de cambiar todo un sistema político, no solo sus gabinetes, para dar solución a sus quejas.

Esto quedó claro en Líbano poco más de 24 horas después de que Saad Hariri renunciara como primer ministro de Líbano. Ahora, Hariri es el favorito para volver a ocupar el cargo. En Irak, la renuncia del primer ministro Adil Abdul Mahdi será efectiva cuando hayan encontrado un sucesor.

"Para los manifestantes iraquíes, la renuncia [de Abdul Mahdi] es, en algunas partes, muy bien recibida en términos de que las protestas están dando alguna especie de resultado", dijo Razaw Salihy, investigadora de Amnistía Internacional en Irak. "Pero no es para nada suficiente en términos de las demandas de los manifestantes, [que son] no solo la renuncia, sino que todos en el gobierno rindan cuentas por las violaciones persistentes a los derechos humanos y […] por la corrupción profunda del gobierno".

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En entrevista con Becky Anderson, de CNN, Raya al Hasán, ministra del Interior de Líbano en el gobierno provisional y aliada de Hariri, reconoció que la renuncia del gobierno libanés es meramente "una victoria parcial".

"Creo que esta es una parte de lo que están exigiendo", dijo Al Hasán. "Definitivamente necesitamos un gobierno limpio. Los manifestantes nos pusieron la vara muy en alto, así que ya no podemos tratar de escabullirnos de ese compromiso".

Aunque los políticos se hayan comprometido sinceramente a erradicar la corrupción —y los manifestantes desconfían profundamente de ellos—, las circunstancias podrían resultar imposibles. Entre los obstáculos principales está el sistema político que ambos países tienen en común.

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Luego de que se derrocara al dictador de Irak, Sadam Husein, tras la invasión de Estados Unidos, en 2003, Estados Unidos implementó el confesionalismo (el mismo sistema de la era colonial que se impuso en Líbano), que divide el poder según la filiación religiosa. Los manifestantes de ambos países señalan que es la raíz de la corrupción y el amiguismo endémicos.

Otro factor que complica las cosas es la influencia creciente de Irán. En Irak, las Unidades de Movilización Popular (UMP), respaldadas por el gobierno iraní, fueron factor crucial para expulsar a ISIS del país, pero llegaron a tener gran poder en el gobierno.

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En Líbano, Hezbolá —el grupo militante y político respaldado por Irán— emprendió una campaña de guerrilla con la que finalmente logró que Israel saliera desordenadamente del sur de Líbano luego de 18 años de ocupación. Más tarde creó una coalición política con sus aliados cristianos y chiitas, que se volvió la máxima fuerza política del país.

Irán no creó el statu quo contra el que el pueblo se alzó en ambos países, pero le interesa muchísimo mantenerlo. Además, los manifestantes, energizados por las profundas dificultades económicas que se han acumulado a lo largo de años de malos manejos del gobierno, pronto se enfrentaron a las fuerzas respaldadas por Irán o a sus simpatizantes.

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En Líbano, Hezbolá en un principio reconoció la legitimidad de las protestas, que comenzaron a mediados de octubre; sin embargo, luego intentó desacreditar al movimiento afirmando que algunas partes estaban motivadas por una conspiración en su contra.

Los partidarios de Hezbolá y sus aliados políticos en el Movimiento Amal han atacado las protestas en dos ocasiones. El grupo también se ha opuesto a la renuncia del gobierno de unidad nacional de Hariri, que incluye a Hezbolá y sus aliados.

La postura de Hezbolá ha despertado la ira de los manifestantes, incluso de aquellos que simpatizan con el grupo. Aunque no es famoso por su corrupción económica, Hezbolá se ha posicionado, en este momento crítico, como guardián del sistema interesado de Líbano.

Cuando comenzaron las manifestaciones en Irak, a principios de octubre, "se hablaba muy poco de la caída del régimen", de acuerdo con Salihy, de Amnistía Internacional; sin embargo, la reacción violenta de las fuerzas del orden fomentó del descontento político.

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"La presencia de ciertas facciones de las Unidades de Movilización Popular en las provincias del sur, en donde gobiernan con puño de hierro, ha agravado el descontento", dijo Salihy, quien agregó que el resentimiento al gobierno creció cuando quedó claro que las UMP estaban fuera de su control. Las fuerzas de seguridad han matado a más de 200 personas desde que estallaron las protestas, según Amnistía Internacional.

Manifestaciones en Irak
Las fuerzas de seguridad en Irak han matado a más de 200 personas desde que estallaron las protestas, según Amnistía Internacional.

Mike Pompeo, secretario de Estado de Estados Unidos, dijo el viernes, 1º de noviembre, que la investigación del gobierno iraquí sobre la violencia de principios de octubre "carecía de la credibilidad suficiente" y que "el pueblo iraquí merece justicia y rendición de cuentas genuinas".

Ahora, menos de un mes después, las renuncias que provocaron las manifestaciones en Líbano e Irak podrían marcar un punto de inflexión que podría impulsar las concesiones políticas necesarias para rescatar a ambos países del deterioro creciente.

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El presidente de Líbano (y aliado de Hezbolá), Michel Aoun, dijo el jueves, 31 de octubre, que el sistema sectario es "una enfermedad" y juró implementar reformas profundas. En Irak, la renuncia de Abdul Mahdi dejó inconforme a Irán, pero podría ser un primer paso para erradicar la corrupción.

Lo que está menos claro es que los manifestantes puedan provocar un cambio sistémico, más allá de un reacomodo del poder. En Irak, las UMP podrían encontrarse a la defensiva y verse obligadas a hacer concesiones. En Líbano, Hezbolá podría retirarse del paisaje político para preservar sus armas. Desde hace muchos años, el grupo se ha opuesto a la economía neoliberal libanesa pese a que participó activamente en este sistema. El viernes, Hasán Nasrala, líder de Hezbolá, moderó su oposición a las protestas en un discurso en el que llamó al siguiente gobierno a ser transparente y a atender las exigencias de los manifestantes.

Sin embargo, la corrupción en Irak y Líbano se extiende más allá de la intervención de Irán en estos países y Estados Unidos y Arabia Saudita también han respaldado a personajes políticos prominentes del sistema.

Ahora, la pregunta es si los manifestantes tienen lo necesario para lidiar con la plétora de entidades, influencias externas e intereses empresariales que desde hace años han sostenido estos sistemas.

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