En entrevista con Becky Anderson, de CNN, Raya al Hasán, ministra del Interior de Líbano en el gobierno provisional y aliada de Hariri, reconoció que la renuncia del gobierno libanés es meramente "una victoria parcial".
"Creo que esta es una parte de lo que están exigiendo", dijo Al Hasán. "Definitivamente necesitamos un gobierno limpio. Los manifestantes nos pusieron la vara muy en alto, así que ya no podemos tratar de escabullirnos de ese compromiso".
Aunque los políticos se hayan comprometido sinceramente a erradicar la corrupción —y los manifestantes desconfían profundamente de ellos—, las circunstancias podrían resultar imposibles. Entre los obstáculos principales está el sistema político que ambos países tienen en común.
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Luego de que se derrocara al dictador de Irak, Sadam Husein, tras la invasión de Estados Unidos, en 2003, Estados Unidos implementó el confesionalismo (el mismo sistema de la era colonial que se impuso en Líbano), que divide el poder según la filiación religiosa. Los manifestantes de ambos países señalan que es la raíz de la corrupción y el amiguismo endémicos.
Otro factor que complica las cosas es la influencia creciente de Irán. En Irak, las Unidades de Movilización Popular (UMP), respaldadas por el gobierno iraní, fueron factor crucial para expulsar a ISIS del país, pero llegaron a tener gran poder en el gobierno.