“La COVID-19 está teniendo profundas consecuencias en el panorama del desarrollo. Pero estos datos, de antes de la pandemia, son un mensaje de esperanza. Las historias de éxito anteriores sobre la forma de abordar las múltiples formas en que las personas experimentan la pobreza en sus vidas cotidianas pueden enseñarnos a reconstruir mejor y a mejorar las vidas de millones”, dice Sabina Alkire, directora de la iniciativa en la Universidad de Oxford.
Aunque todavía no hay datos disponibles sobre el aumento de la pobreza multidimensional a nivel mundial tras la pandemia, simulaciones realizadas para 70 países en desarrollo a partir de los efectos anticipados del virus en dos indicadores de la pobreza multidimensional —la nutrición y asistencia escolar—, ofrecen una idea de cuál podría ser el impacto de la crisis si no se toman las medidas adecuadas.
En tres escenarios de deterioro variable en los que el 10, 25 y 50% de las personas en pobreza multidimensional o vulnerables entran en situación de desnutrición, y la mitad de los niños en edad de educación primaria dejan de asistir a la escuela, los niveles de pobreza podrían volver a los de hace 8-10 años.
Incluso si se examina solo el impacto sobre la nutrición, de no poner freno o revertir rápidamente al aumento previsto en la desnutrición, se podría retroceder a niveles de hace 3-6 años.
“La COVID-19 es la crisis mundial más reciente, y el cambio climático prácticamente nos asegura que pronto llegarán otras. Cada una de ellas va a afectar a las personas pobres de múltiples maneras. Ahora más que nunca es necesario trabajar para combatir la pobreza —y la vulnerabilidad ante esta— en todas sus formas. Por eso es tan importante el Índice de Pobreza Multidimensional”, explica Pedro Conçeicão, director de la oficina de desarrollo humano del PNUD.