Los hallazgos de una quincena de prolíficos pozos petroleros que se vinieron sucediendo desde 2015 empezaron a convertirse en crudo a fines del año pasado. Con una producción de petróleo que ya ronda los 120,000 barriles diarios promedio, sumado a proyecciones que indican que ese nivel se multiplicará por seis hacia 2026, Guyana vive un vertiginoso proceso de cambio que promete transformar la realidad de un país con una población de apenas 780,000 habitantes y un PIB inferior a 5,000 millones de dólares.
El origen de semejante reconversión ocurrió en 1999, cuando Guyana otorgó a ExxonMobil el bloque Stabroek, un área de 26,800 kilómetros cuadrados ubicado a 193 kilómetros de la costa. La apuesta por una región en la que no se sabía ni siquiera si había un sistema petrolero activo dio resultados. Desde el primer descubrimiento en el yacimiento Liza en 2015, los volúmenes de reservas recuperables ya superan los 8,000 millones de barriles de petróleo, una suma que transformó a la campaña de exploración en Stabroek en una de las más exitosas del último lustro en todo el mundo.
El futuro asoma aún más promisorio. De acuerdo al consenso de los analistas del sector petrolero, quedan otras 25 perspectivas de exploración adicionales en Stabroek, donde Exxon opera junto a la estadounidense Hess y la china CNOOC. A eso se suma la aceleración de los planes de exploración de petroleras como la francesa Total, la española Repsol y la canadiense Frontera Energy en bloques contiguos a Stabroek.