Pero los planes y las medidas de estímulo anteriores al COVID-19 apuntan a una continuación de la creciente brecha de producción mundial de combustibles fósiles, según el informe.
"Nuestra investigación muestra claramente que estamos confrontados a perturbaciones climáticas graves si los países continúan produciendo combustibles fósiles a los niveles actuales, sin hablar de sus aumentos previstos", dijo Michael Lazarus, autor principal del informe y director del Instituto de Medio Ambiente de Estocolmo.
En efecto, los planes de reactivación pospandemia no son alentadores.
"Las respuestas de los gobiernos a la crisis han tenido tendencia a intensificar los modelos existentes antes de la pandemia: quienes subvencionaban masivamente las energías fósiles aumentaron su apoyo y quienes habían suscrito compromisos más importantes en energías limpias utilizan los planes de relanzamiento para acelerar la transición", según el informe.
"Desgraciadamente, la mayoría de los principales países productores (de energías fósiles) se hallan en la primera categoría", añadió.
Así, los gobiernos del G20 se comprometieron a destinar 230,000 millones de dólares a sectores responsables de la producción y consumo de energías fósiles (aerolíneas, fabricantes de automóviles...) y solo 130,000 millones de dólares a energías limpias, según el informe.
Por ejemplo, el gobierno de México anunció un plan para reducir el impuesto a la extracción de petróleo en respuesta a la caída internacional del petróleo, proporcionando un estimulo fiscal equivalente a 3,000 millones de dólares a Pemex, la compañía petrolera estatal.
"Ahora que buscamos relanzar la economía tras la pandemia, invertir en energías e infraestructuras limpias será positivo para el empleo, (...) la salud y el aire puro", comentó Inger Andersen, directora ejecutiva del PNUMA.
Con información de AFP y Reuters