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De un juicio de destitución a otro: así ha sido el último año de Trump

Hace un año, el magnate inmobiliario enfrentaba un proceso de destitución por sus presiones al presidente de Ucrania. De nuevo está en un escenario parecido, pero el contexto es otro.
jue 14 enero 2021 05:14 AM
Una pesadilla
El optimismo de Donald Trump tras ser absuelto de los cargos de su primer juicio político se desdibujó ante un 2020 desafiante.

Donald Trump se enfrentará un segundo juicio político, después de que la Cámara de Representantes Esta es la cereza que corona un último año en la Casa Blanca que inició también con un impeachment.

Después de ser absuelto por el Senado, el presidente republicano podía presumir haber escapado de dos investigaciones. Antes, no había sido juzgado por su relación con la intromisión rusa en las elecciones de 2016, de acuerdo con las pesquisas del fiscal especial, Robert Mueller, quien no lo exoneró de responsabilidad.

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Poco a poco, 2020 se convirtió en una pesadilla para Donald Trump. La pandemia de COVID-19 afectó a Estados Unidos como a ningún otro país en el mundo. Además de dejar cientos de miles de decesos, esta crisis sanitaria destrozó los avances económicos que había presumido la administración del republicano.

Estos son los momentos que marcaron el último año de la presidencia de Donald Trump.

El primer juicio político

Como hemos dicho, el presidente Trump ya había enfrentado un juicio político. La investigación comenzó desde septiembre de 2019, pero llegó al Senado hasta finales de enero del año pasado.

En ese proceso, los demócratas buscaban destituir a Trump por presionar a Ucrania a "ensuciar" a Joe Biden —quién después sería su rival en las elecciones— mediante la congelación de 391 millones de dólares de ayuda militar crucial para este país en guerra, y por hacer todo lo posible por bloquear la investigación del Congreso una vez destapado el escándalo por un denunciante no identificado públicamente.

Cuando la acusación llegó al Senado, el liderazgo republicano impidió la comparecencia de nuevos testigos, algo que los demócratas consideraron como una obstrucción al proceso.

La absolución parecía un impulso clave para la carrera por la reelección de Trump. Pero, el 2020 le tenía preparadas varias sorpresas.

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La pandemia en Estados Unidos

Donald Trump reaccionó tarde y mal a la pandemia de COVID-19. En febrero, anunció que su país negaría el acceso a tas las personas provenientes de China, el país donde surgió el coronavirus SARS CoV-2. La medida, sin embargo, fue leída como parte de su política de confrontación con China, y no como una política de control sanitario eficaz.

A lo largo de los meses, Trump ha hecho declaraciones polémicas sobre la pandemia: que el virus desaparecería en la primavera boreal de 2020 gracias al calor, que la hidroxiclororquina era la cura para la enfermedad o que las personas podrían inyectarse desinfectante para combatir la infección.

Más allá de las declaraciones extravagantes, el gobernante estadounidense jamás estableció medidas federales claras para combatir la pandemia. Se negó a ordenar un confinamiento general y criticó a los gobernadores, demócratas en su mayoría, que adoptaron cuarentenas. Decía que la intención de las autoridades locales era arruinar las economías para hacerlo quedar mal ante los electores. También rechazó el uso de cubrebocas. Además, en los actos de su campaña de reelección, la sana distancia y las mascarillas estuvieron ausentes.

El saldo ha sido catastrófico: hasta este miércoles, 23 millones de estadounidenses habían sido contagiados y 384,343 personas han fallecido por el COVID-19.

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El presidente mismo dio positivo a COVID-19 el 1 de octubre y tuvo que ser hospitalizado tres días por presentar bajas en el nivel de oxigenación. Aunque se esperaba que esto podría significar un giro en el discurso sobre la pandemia, no fue así, Después de ser dado de alta, Trump aseguró que la enfermedad no era mucho más grave que una gripa y que no había que temerle.

La gran aportación del gobierno de Trump ha sido la financiación del desarrollo de vacunas contra el COVID-19. A través de la operación Warp Speed, Estados Unidos destinó más de 10,000 millones de dólares a las investigaciones de farmacéuticas como Moderna, que ahora tiene una vacuna aprobada en Estados Unidos, Reino Unido, la Unión Europea y otros países.

La campaña de vacunación en Estados Unidos, que se dejó en manos de los gobiernos estatales, ha sido caótica y lenta. Trump prometió que, hacia finales de diciembre de 2020, 20 millones de personas habrían recibido su dosis. Hasta el 13 de enero, solo 11 millones han sido vacunada.

Las manifestaciones antirracistas

El asesinato de George Floyd, un hombre afrodescendiente desarmado, a manos de la policía de Minneapolis fue la mecha que encendió las mayores manifestaciones antirracistas en Estados Unidos desde la muerte de Martín Luther King en 1968. Las protestas del movimiento Black Lives Matter, que a principios de junio se habían extendido a ciudades los 50 estados del país, fueron en su mayoría pacíficas, pero algunas derivaron en disturbios.

Washington D.C., que incluso renombró una de sus avenidas principales como Black Lives Matter, fue testigo de varias noches de protestas. El presidentelas calificó como una “deshonra”.

"Los alcaldes y los gobernadores deben establecer una presencia abrumadora de fuerzas de seguridad hasta que la violencia haya sido sofocada", dijo Trump en la Casa Blanca mientras agentes dispersaban a los manifestantes con gases lacrimógenos a pocas cuadras de distancia. Así, el presidente pudo caminar a una iglesia dañada durante las protestas. Pero jamás habló con la familia de Floyd.

En agosto, las protestas tomaron un nuevo impulso después de que un policía blanco disparó varias veces por la espalda a Jacob Blake, un afroestadounidense de 29 años. Blake quedó paralizado de la cintura hacia abajo. Kenosha, una ciudad de Wisconsin, se volvió el nuevo centro de las manifestaciones antirraciales.

Los grupos BLM chocaron varias veces con grupos de blancos armados. En el apogeo de las tensiones, Kyle Rittenhouse, un simpatizante de milicias de 17 años, presuntamente mató a tiros a dos personas en una protesta e hirió a otra.

Trump se negó a condenar las acciones de Rittenhouse, quien circulaba por la calle con un rifle. Lo consideró "una situación interesante" y dijo que el adolescente blanco reaccionó porque fue atacado.

Debates desastrosos

El primer debate entre los candidatos a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump y Joe Biden, fue un intercambio de insultos e interrupciones. Los analistas en Estados Unidos consideraron que el encuentro en Cleveland, Ohio fue uno de los peores debates en la historia de Estados Unidos.

"Fue una broma, un desorden, un desastre. Un 'espectáculo de mierda', un 'incendio de basurero', una humillación nacional. No importa que tan malo piense que un debate puede ser, este fue peor. Mucho peor. Trump gritó, intimidó, acosó, mintió e interrumpió, una y otra vez", escribió Susan B. Galsser, fundadora de la revista Politico, en su columna en The New Yorker.

"Trump trasladó su estilo poco presidencial al escenario esta noche. Este fue uno de los debates más caóticos y lleno de ataques de la historia" de Estados Unidos, dijo el experto electoral Mitchell S. McKinney, académico de la Universidad de Missouri, en entrevista con la agencia AFP.

Después del debate, los organizadores anunciaron cambios en el formato para el segundo debate, programado para realizarse en Miami, Florida el 15 de octubre. Por la enfermedad de Trump, que aún podría ser contagioso en ese momento, los organizadores sugirieron hacer un debate virtual. El presidente se negó y el evento fue cancelado.

El último debate entre ambos candidatos se realizó con los micrófonos apagados para evitar interrupciones.

Acusaciones de “fraude electoral”

Incluso desde meses antes de las elecciones, Trump minó la confianza en los resultados. En varios mensajes en su ahora suspendida cuenta de Twitter, el presidente estadounidense aseguró que el voto por correo, una opción muy utilizada gracias a la pandemia, sería el vehículo perfecto para que los demócratas comertieran un “fraude masiva”. Trump, que vota por correspondencia, no ofreció pruebas nunca de eso.

En las semanas previas a las elecciones, Trump nominó a una juez conservadora Amy Coney Barrett para ocupar el puesto en la Corte Suprema de la liberal Ruth Bader Ginsburg, quien falleció el 18 de septiembre. Los analistas interpretaron este movimiento como una forma de amarrar una mayoría favorable en el tribunal en caso de que las elecciones tuvieran que ser decididas ahí.

Los mensajes sobre el supuesto fraude electoral aumentaron la noche del 3 noviembre. Debido al récord de participación, sobre todo a través de mecanismos de elección anticipada, los resultados no se dieron a conocer esa noche. Trump se declaró ganador esa misma noche y acusó un intento de robo de los "millones y millones de votos”. Prometió que iría a la Corte Suprema para que los votos que llegaron después de esa fecha no fueran contados.

El 7 de noviembre, la mayoría de los medios de comunicación estadounidenses proyectaron la victoria de Joe Biden. Trump no reconoció su derrota entonces, ni dos meses después.

El equipo legal de Trump emprendió múltiples batallas legales para desconocer los resultados de las elecciones en Georgia, Michigan, Pensilvania, Arizona, Nevada y Wisconsin. Todas fueron rechazadas por los tribunales, pues jamás se presentaron pruebas de las acusaciones.

Revertir las elecciones

Trump intentó por otras vías desconocer el resultado que no le favorecía. El 3 de enero, el Washington Post publicó el audio de una llamada en la que se escucha al presidente de Estados Unidos presionar al secretario de Estado de Georgia, Brad Raffensperger, para que “encontrara” suficientes votos para revertir la victoria de Joe Biden.

"Sólo quiero encontrar 11,780 votos (...) porque hemos ganado en ese estado", dijo, a pesar de que la victoria del demócrata Biden en Georgia, con unos 12,000 sufragios de ventaja, fue confirmada por un recuento y auditorías.

Repitiendo sus acusaciones de fraude, rechazadas por los tribunales, el multimillonario republicano le dijo a Raffensperger que le habían robado las elecciones. ”Sabes lo que han hecho y no dices nada: es un delito, no puedes dejar que eso ocurra, es un gran riesgo para ustedes", añadió.

Raffensberger, que estaba acompañado por un abogado del estado, no cedió. "Pensamos que nuestras cifras son buenas", contestó.

El 6 de enero, el día que el Congreso de reunió para certificar la victoria electoral de Joe Biden, un trámite previo a la toma de posesión, quedará marcado con fuego en la memoria de Estados Unidos.

Se había dado a conocer que Trump había presionado a su vicepresidente, Mike Pence, para que desconociera los resultados. Pence se negó a incumplir con su deber constitucional, como presidente del Senado.

El mandatario saliente celebró un mitin en Washington, en el que acudieron miles de sus simpatizantes. En su discurso, dijo que jamás reconocería su derrota y llamó a sus partidarios a “pelear” en contra de los resultados que favorecían a Biden.

Unas horas después, cientos de personas irrumpieron de manera violenta en el Capitolio, la sede del poder legislativo de Estados Unidos. El saldo fue de cinco personas muertos, entre ellos un policía del Capitolio, y cientos de personas detenidas.

Trump no condenó el ataque en un principio. En un video, llamó a los alborotadores “patriotas” y les pidió que se fueran casa. “Los amamos, son muy especiales, vayan a casa”, remató.

Este hecho fue el colmo para muchos políticos, demócratas y republicanos. Desde entonces, Trump ha perdido sus cuentas en Twitter, Facebook, Instagram, YouTube y otras plataformas. Varias empresas han cancelado sus contratos con la organización Trump y la PGA dijo que sus torneos no se celebrarán en los campos de golf del magnate.

Este miércoles, la Cámara Baja votó a favor de someterlo a un juicio político por “incitar a la insurrección” a los seguidores.

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