Hasta entonces, ese honor, el envenenamiento con agentes tóxicos, había estado reservado casi exclusivamente para antiguos espías del FSB que se habían pasado el enemigo, como Skripal o Litvinenko.
Según pasaban los días y Navalni se recuperaba del intento de asesinato, su estatura política no dejaba de aumentar. La canciller alemana, Angela Merkel, no dudó en visitarlo en la clínica La Charité de Berlín.
"Regresaré a Rusia, que es mi país, donde tengo un gran apoyo", aseguró Navalni, sin aparente miedo a un nuevo atentado o encarcelamiento.
Navalni, que tiene más de 4.8 millones de seguidores en YouTube, preparaba ya su venganza, que llegó en forma de dos comprometedores vídeos para el Kremlin. Con la ayuda de Bellingcat y varios medios occidentales, Navalni logró recabar datos que prueban, según dice, la implicación del FSB en su intento de asesinato.
No se limitó a ello, sino que incluyó una conversación telefónica con uno de los presuntos participantes en la operación secreta que admitía que sus cómplices habían rociado Novichok en la ropa interior del opositor.
Todo ello no sólo pso en evidencia al FSB y a Putin, sino que fueron vistos por más de 44 millones de personas, cifra que contrasta con los siete millones que siguieron la conferencia de prensa anual del presidente en esas mismas fechas.