Uno de sus principales rivales, Gideon Sa'ar, fue durante mucho tiempo uno de sus más cercanos colaboradores, tanto en el gobierno como dentro del partido, el bastión de derecha Likud. El otro será, una vez más, el ex presentador televisivo Yair Lapid, una esperanza —que nunca se termina de concretar— para lo que queda del electorado progresista israelí.
Sa'ar ganó fuerte impulso cuando, después de dejar el Likud, formó en diciembre último el nuevo partido Tikvá Jadashá (Nueva Esperanza), con el que espera captar los votos conservadores y de centroderecha de aquellos que están cansados de las acusaciones de corrupción contra Netanyahu, quien justamente viene evadiendo los procesos por esas causas al mantenerse inmune como primer ministro.
Lapid, por su lado, formó su partido, Yesh Atid (Hay Futuro), en el 2012, y ya no es la "cara fresca" de la política israelí que prometía representar a los centristas, moderados y laicos que todavía quedan en el país. Su figura, sin embargo, se mantiene porque el progresismo local no produce otros candidatos, más allá del experimento fallido de Gantz.
Según los resultados de una reciente encuesta, divulgados a mediados de esta semana, el Likud de Netanyahu obtendría 39 bancas para el parlamento unicameral, la Knesset, que cuenta con 120 asientos, dejándolo lejos de los al menos 61 escaños necesarios para formar gobierno.