Ese largo deterioro se refleja a nivel general en el derrumbe de la producción: mientras en 2008 PDVSA producía 3.26 millones de barriles diarios de crudo, en 2020 el volumen promedió los 400,000 barriles por día, el nivel más bajo de los últimos 80 años.
Ese derrumbe también se refleja en la capacidad de refinación del crudo para elaborar productos derivados del petróleo, como diesel, gasolina, querosene y combustible de turbina de aviación.
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Si bien las plantas de Venezuela tienen capacidad para refinar 1.3 millones de barriles diarios del crudo pesado y extra pesado que se produce en el país, en promedio funcionan solo al 12% de su potencial debido a la falta de petróleo y a años de insuficiente inversión para llevar adelante las tareas de mantenimiento.
Para el diesel, eso significó una caída de la producción desde unos 120,000 barriles diarios en 2016 a unos 30,000 barriles en la actualidad.
Con eso, el actual volumen de producción solo cubre cerca del 70% de la demanda. Esa brecha es aún mayor para el transporte. El diesel que se produce en las refinerías venezolanas es de alto azufre, lo que implica que se puede usar, por ejemplo, para la generación eléctrica, pero no necesariamente para el transporte.
Ante una escasez que se viene agudizando, crece el riesgo de que a corto plazo se paralicen las unidades de transporte de carga que trasladan desde alimentos a medicinas, pasando por materias primas importadas para la elaboración de productos en la industria. No solo eso: el diesel es el combustible que se utiliza en Venezuela para las unidades de transporte público.