La idea es tener nombres "fáciles de pronunciar y recordar", pero también evitar que el gran público y la prensa utilice denominaciones que "estigmaticen y discriminen", señaló la Organización Mundial de la Salud (OMS) en un comunicado.
Históricamente, los virus se han asociado a menudo con los lugares de los que se cree que han surgido, como el ébola, que lleva el nombre del río congoleño del mismo nombre.
Pero esto puede ser perjudicial para los lugares y a menudo inexacto, como en el caso de la llamada "gripe española" de 1918, cuyos orígenes son desconocidos.
"Ningún país debe ser estigmatizado por detectar y notificar variantes", dijo la epidemióloga de la OMS Maria Van Kerkhove.
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En Estados Unidos, por ejemplo, los ataques contra las personas de origen asiático aumentaron y Donald Trump, que era presidente en 2020, hizo todo lo posible para acusar a China, donde el nuevo coronavirus fue detectado por primera vez.
La elección del alfabeto griego se produjo tras meses de deliberaciones en las que los expertos consideraron otras posibilidades, como dioses griegos y nombres inventados y pseudoclásicos, según el bacteriólogo Mark Pallen, que participó en las conversaciones.
Pero muchos eran ya marcas, empresas o nombres de extranjeros.
"Los sistemas de nomenclatura establecidos para nombrar y rastrear los linajes genéticos del SARS-CoV-2 por GISAID, Nextrain y Pango están uy seguirán siendo utilizados por los científicos y en investigación científica", indicó la OMS en su comunicado, pero el organismo ya no utilizará estos nombres en su comunicación diaria.