Y en su llegada al poder en 1996 prometieron, como esta semana, una amnistía general, pero dos días después ejecutaron al antiguo presidente Najibulá y colgaron su cuerpo de una farola.
Ahora, mientras sus voceros se muestran moderados, sus tropas son acusadas en algunas regiones de amenazar a periodistas o de no dejar a las mujeres volver a la universidad.
En Kabul, las imágenes de mujeres de los escaparates de las tiendas desaparecieron.
“Actualmente, son los mejores en relaciones públicas (…). Hablan inglés, se dirigen a los medios internacional”, explicó en una entrevista para la cadena británica Channel Four Pashhtana Durrani, que dirige una ONG para la educación de las mujeres en Kandahar, en el sur de Afganistán.
“Dicen una cosa en una rueda de prensa, pero hacen otra sobre el terreno”, destacó.
¿Qué ganan los talibanes con el reconocimiento internacional?
Si los talibanes triunfan en su estrategia de seducción de la comunidad internacional, esto les permitirá acceder a fondos para lograr la reconstrucción de la economía afgana, muy dañada por los más de 20 años de intervención, militar, los fenómenos naturales y la pandemia de COVID-19.
Una de las promesas de los militantes islamistas es mejorar la economía afgana, pero sin acceso a la ayuda internacional y con las reservas monetarias retenidas en el extranjero, el futuro del país, uno de los más pobres del mundo, se vislumbra complejo.