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Los talibanes necesitan de la comunidad internacional para conservar el poder

Para poder gobernar Afganistán, el grupo militante deberá mostrar una nueva cara al mundo y así poder acceder a la ayuda financiera internacional.
jue 19 agosto 2021 02:07 PM
Los talibanes tuvieron un gobierno opaco y aislado del mundo la primera vez que mandaron en Afganistán, entre 1996 y 2001. Sin embargo, después de que volvieron a tomar el control del país de Asia central, tendrán que mostrar una estrategia más moderada y abierta si quieren reconocimiento internacional y financiamiento.
Los talibanes quieren igualmente formar parte de la comunidad internacional y prometen que su territorio no será una base de terroristas.

Los talibanes tuvieron un gobierno opaco y aislado del mundo la primera vez que mandaron en Afganistán, entre 1996 y 2001. Sin embargo, después de que volvieron a tomar el control del país de Asia central, tendrán que mostrar una estrategia más moderada y abierta si quieren reconocimiento internacional y financiamiento.

El grupo islamista enfrenta una elección "existencial" sobre cuál será la imagen que el mundo tendrá de ellos tras su contundente victoria militar en Afganistán, estimó el presidente estadounidense Joe Biden, en una entrevista difundida el jueves.

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"Creo que están atravesando una especie de crisis existencial sobre si quieren ser reconocidos por la comunidad internacional como un gobierno legítimo", dijo Biden a la cadena ABC News.

La insurgencia, que resistió durante 20 años de guerra a una fuerza internacional liderada por Estados Unidos y al ya desaparecido gobierno afgano respaldado por Occidente, se enfrentará ahora a problemas diferentes, predijo.

Los talibanes "se preocupan por si serán capaces o no de mantener unida a la sociedad (...) si tendrán comida, ingresos (...) gestionar una economía", explicó Biden, al reconocer que los insurgentes impulsan una poderosa agenda islamista.

Estos son los caminos que tienen para lograr la apertura.

Comenzar la seducción al interior de Afganistán

En su primera rueda de prensa, los líderes islamistas se mostraron sonrientes e incluso dieron una entrevista a una periodista mujer. Así, parecen haber iniciado una importante campaña de seducción mediática para convencer a los afganos y al mundo de que han cambiado.

¨En cuanto a la ideología y el dogma, no hay diferencias", declaró el martes uno de sus portavoces, Zabihullah Mujahid, durante la primera rueda de prensa en Kabul. Pero en "la experiencia, madurez y perspicacia hay mucha, sin duda", añadió.

Mujahid enumeró el martes una larga lista de seductoras promesas: amnistía para todos, derechos para las mujeres como el acceso a la educación y al trabajo, medios independientes y libres, y la formación de un gobierno inclusivo.

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Otro responsable talibán pasó del dicho al hecho y se sentó incluso con una periodista durante una entrevista en cara a cara.

Los talibanes prometen respetar a las mujeres según los "principios del Islam"

Los talibanes quieren igualmente formar parte de la comunidad internacional y prometen que su territorio no será una base de terroristas, como era el caso en 2001 cuando Estados Unidos invadió el país por su negativa a entregar al líder de Al Qaeda, Osama bin Laden.

También mandaron representantes a la Ashura, una de las principales fiestas religiosas de la comunidad chiíta, que los extremistas sunítas como los talibanes tratan de herejes.

Desde hace meses los talibanes hacen este tipo de gestos pero guardan silencio sobre los detalles de sus promesas. Y advierten: todo se hará dentro de su propia interpretación de la ley islámica.

"Los talibanes no renunciarán a imprimir en su sello de gobierno al Islam o a la ley islámica", dijo a Expansión Iliana Rodríguez, profesora-investigadora de Derechos del Tec de Monterrey.

"Han prometido más flexibilidad. Habrá que ver cómo aplican la sharia (ley islámica) ahora", señaló la académica del Tec de Monterrey.

Pero nadie olvida abusos cometidos por los talibanes entre 1996 y 2001, no solo contra las mujeres y niñas, sino contra otras minorías étnicas y religiosas. La comunidad internacional les acusó de masacrar a civiles, sobre todo miembros de la minoría chiíta.

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Y en su llegada al poder en 1996 prometieron, como esta semana, una amnistía general, pero dos días después ejecutaron al antiguo presidente Najibulá y colgaron su cuerpo de una farola.

Ahora, mientras sus voceros se muestran moderados, sus tropas son acusadas en algunas regiones de amenazar a periodistas o de no dejar a las mujeres volver a la universidad.

En Kabul, las imágenes de mujeres de los escaparates de las tiendas desaparecieron.

“Actualmente, son los mejores en relaciones públicas (…). Hablan inglés, se dirigen a los medios internacional”, explicó en una entrevista para la cadena británica Channel Four Pashhtana Durrani, que dirige una ONG para la educación de las mujeres en Kandahar, en el sur de Afganistán.

“Dicen una cosa en una rueda de prensa, pero hacen otra sobre el terreno”, destacó.

¿Qué ganan los talibanes con el reconocimiento internacional?

Si los talibanes triunfan en su estrategia de seducción de la comunidad internacional, esto les permitirá acceder a fondos para lograr la reconstrucción de la economía afgana, muy dañada por los más de 20 años de intervención, militar, los fenómenos naturales y la pandemia de COVID-19.

Una de las promesas de los militantes islamistas es mejorar la economía afgana, pero sin acceso a la ayuda internacional y con las reservas monetarias retenidas en el extranjero, el futuro del país, uno de los más pobres del mundo, se vislumbra complejo.

La académica del Tec de Monterrey recordó que Afganistán cumple con las características de un Estado fallido, según el Fondo para la Paz. Por otro lado, la intervención estadounidense hizo muy poco para lograr un desarrollo económico en este país de Asia central.

La situación de Afganistán se ha vuelto más complejas. Con el triunfo del talibán, algunas naciones congelaron su apoyo económico. El FMI también anunció el miércoles que suspenderá los fondos para Afganistán debido a que "existe una falta de claridad dentro de la comunidad internacional con respecto al reconocimiento de un gobierno" en ese país, señaló un vocero del organismo a la AFP.

"Afganistán depende tremendamente de la ayuda extranjera", subraya Vanda Felbab-Brown, especialista de Afganistán en la Brookings Institution, para quien el monto de las ayudas es al menos "10 veces superior" a los ingresos de los talibanes.

En 2020, el Producto Interno Bruto (PIB) afgano sumó 19,810 millones de dólares, mientras que el flujo de ayuda representó 42.9% del PIB, según el Banco Mundial (BM).

"La economía de Afganistán se caracteriza por su fragilidad y dependencia de la ayuda" internacional, precisa el BM, anotando que el desarrollo económico y la diversificación del sector privado han estado "trabados por la inseguridad, inestabilidad política, debilidad de las instituciones, inadecuada infraestructura, corrupción generalizada y un clima difícil para los negocios".

Para Rodríguez, esto es muestra de la incapacidad de Ashraf Ghani como presidente de Afganistán, pues a pesar de recibir un enorme flujo de apoyo económico del extranjero, no logró que la situación económica de Afganistán mejorara.

"Ghani va a tener que rendir cuentas", dijo.

Renunciar al opio, un camino riesgoso

Los ingresos actuales de los talibanes son estimados entre 300 millones y más de 1,500 millones de dólares anuales por el Comité de Sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU, que publicó un informe en mayo de 2020.

Los talibanes se financian principalmente a través de actividades criminales como el cultivo de la amapola para producción de opio y heroína, es decir del tráfico de drogas, pero también de la extorsión a empresas locales y rescates obtenidos tras secuestros.

"Una buena parte de sus ingresos provienen también de la recolección de impuestos", explica Charles Kupchan, del Council on Foreign Relations. Se volvieron expertos en gravar casi todo lo que pasaba por los territorios que controlaban, ya fueran proyectos de gobierno o negocios, agrega.

En su primera rueda de prensa el martes, el portavoz de los talibanes, Zabihullah Mujahid, prometió que el nuevo régimen no convertirá al primer productor mundial de opio en un narcoestado.

"Aseguramos a nuestros compatriotas y a la comunidad internacional que no produciremos ningún narcótico", dijo Mujahid a los periodistas en Kabul.

"A partir de ahora, nadie estará involucrado (en el tráfico de heroína), nadie puede participar en el contrabando de drogas", añadió.

Sin embargo, los analistas consideran que la retórica contra la heroína —al igual que las promesas similares de respetar los derechos de las mujeres y la libertad de los medios de comunicación— forma parte de los esfuerzos de los nuevos líderes talibanes por mostrar una cara más moderada con el fin de asegurarse el apoyo internacional.

La mayor parte del opio y la heroína del mundo procede de Afganistán, y su producción se centra en las zonas controladas por los talibanes, que han aplicado fuertes impuestos a la droga durante sus 20 años de insurgencia.

Se ha convertido en un recurso clave para el grupo y podría resultar difícil prohibirlo, afirma Jonathan Goodhand, experto en el comercio internacional de drogas de la Universidad SOAS de Londres.

Goodhand predice que las drogas "harán aflorar una serie de tensiones dentro del movimiento".

Por un lado, "quieren crear esta imagen de sí mismos como más moderados y más abiertos al compromiso con Occidente y se dan cuenta de que las drogas son una forma de hacerlo", explica.

Pero, por otro lado, cualquier represión afectaría especialmente a los agricultores de las provincias de Helmand y Kandahar, el corazón político de los talibanes. "Les va a costar adoptar un enfoque agresivo con respecto a las drogas", añade.

Una estrategia poco exitosa

A pesar de meses de campaña para mejorar su imagen ante la comunidad internacional y tranquilizar a sus compatriotas, los talibanes están lejos de haber logrado su objetivo.

Decenas de miles de afganos aterrorizados intentan desde el domingo huir a través del aeropuerto de Kabul.

Se ven menos mujeres en las calles. Los periodistas y las personas que trabajaron para organizaciones internacionales temen ser víctimas de represalias.

China, Rusia, Turquía e Irán muestran signos de acercamiento con los talibanes pero de momento nadie les ha reconocido internacionalmente.

El embajador de Rusia ante Naciones Unidas, Vassilu Nebenzia, dijo a la prensa el miércoles: "veremos lo que hacen, si se corresponde con las declaraciones que han hecho".

En un tono similar, el primer ministro británico, Boris Johnson, les advirtio el miércoles que serían "juzgados por sus actos, no por sus palabras", una posición compartida por Alemania, Estados Unidos y Francia.

Con información de AFP y Fernanda Hernández Orozco

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