Un negocio privado apoyado con fondos públicos
Hasta la irrupción de Bezos y de los otros dos magnates que están apostando a este mercado —Elon Musk, de Tesla, con SpaceX, y Richard Branson con Virgin Galactic—, las facturas de los viajes espaciales eran básicamente solventadas por dinero estatal.
La agencia espacial estadounidense NASA, por ejemplo, se solventó con alrededor de 22,600 millones de dólares del presupuesto federal para el año fiscal 2020. Citado por el diario USA Today, el director de la División de Vuelos Espaciales Comerciales para Exploración y Operaciones Humanas de la NASA, Philip McAlister, dijo que poner un astronauta de la agencia en órbita cuesta 58 millones de dólares.
El capitán Kirk voló al espacio, a bordo de un cohete de Blue Origin
Por ahora, los vuelos de SpaceX o Blue Origin apenas llegan al límite de la atmósfera de la Tierra y duran pocos minutos, por lo cual el costo de los pasajes para los civiles que quieren ver el planeta desde una docena de kilómetros de altura cuestan relativamente baratos.
Según distintas versiones y ocasiones, subirse al New Shepard puede salir entre 250,000 y 500,000 dólares.
Los ingresos de SpaceX, sin embargo, se apoyan en gran parte en la NASA, precisamente. A pesar del masivo volumen de fondos que recibe de Washington, la agencia ya no es el mamut de los años 70 —por caso, ya no cuenta con vectores para lanzar naves al espacio— y debió comenzar un proceso de tercerización.
Un reportaje de la revista The New Republic apuntó recientemente que la NASA alcanzó un acuerdo con Musk para utilizar los cohetes de SpaceX por alrededor de 2,600 millones de dólares en seis viajes de ida y vuelta.