"Todo el mundo está muy intimidado. Todo el mundo puede terminar preso o recibir duras multas que no pueda pagar", contó.
"Vivimos en un estado policial. La gente vive bajo el terror", se lamentó con la voz quebrada.
Un poco más lejos, Anton está parado solo. Prefiere no dar su apellido por motivos de seguridad. Antes de hablar con la AFP, este estudiante de Literatura Inglesa de 23 años, pide una prueba de que el reportero trabaja para un medio, ya que teme que sea una trampa de la policía.
Después, pese a que un hombre con la cabeza rapada cubierta por un gorro negro se acerca y mira la escena sin disimulo y que un agente de policía efectúa un control de identidad, el estudiante permanece en su lugar y decide hablar.
"En mi círculo nadie está de acuerdo (con la invasión rusa contra Ucrania). Nadie quiere que la gente muera, pero solamente algunos de nosotros estamos dispuestos a hacer algo, a hablar, a ayudar. Los otros no", se lamenta el joven, originario del territorio ucraniano separatista de Lugansk, a 200 kilómetros al norte de Rostov.
Nikola Zima, de 18 años, estudia Comercio. Cuando todavía era menor, participó en asambleas de apoyo al opositor ruso envenenado y actualmente preso Alexei Navalni.
El joven se declaró "listo para la guerra" si su país se lo pide. "Si somos atacados, sí, estoy listo para ir (...) pero no contra Ucrania y contra pueblos hermanos".