Pyongyang realizó siete pruebas de armas en enero, una cifra sin precedentes, incluyendo su misil más poderoso desde 2017, cuando el líder Kim Jong Un provocó al entonces presidente estadounidense, Donald Trump, con una serie de lanzamientos.
Desde entonces la diplomacia se estancó, y pese a las duras sanciones internacionales, Pyongyang ha insistido en el desarrollo militar.
En enero pasado, el Norte amenazó con abandonar su moratoria autoimpuesta sobre las pruebas de armas de largo alcance y nucleares.
Además, el lunes dijo que realizó una prueba de "gran significado" para el desarrollo de un satélite de reconocimiento, un día después de que Seúl reveló que había detectado un lanzamiento de misil balístico.
Analistas han señalado que Pyongyang buscaría capitalizar la distracción estadounidense con la invasión rusa de Ucrania para realizar más pruebas.
Ucrania, que emergió de la Guerra Fría con un considerable inventario de armas nucleares soviéticas, descartó su arsenal en los años 1990.
Corea del Norte acusó en febrero a Estados Unidos de ser "la causa raíz de la crisis ucraniana", al señalar en un comunicado que Washington "se entromete" en los asuntos internos de otros países cuando le conviene, mientras condena las legítimas "medidas de autodefensa" de otros.
Ataque preventivo
La última prueba del Norte se da en un momento delicado para la región, cuando el Sur se prepara para elegir el miércoles a su próximo presidente.