Lo mismo Maduro. "Gane quien gane la presidencia en Colombia, queremos paz y cooperación", ha dicho.
La agenda es complicada, con un tema subrayado: la porosa frontera común de más de 2,000 km, que millones de venezolanos han cruzado huyendo de la crisis, en la que se denuncia la presencia de la guerrilla, el paramilitarismo y el narcotráfico.
Figura igualmente el comercio bilateral, que ha dado pasos esperanzadores, y la política.
El 2019 marcó la ruptura de las ya frágiles relaciones diplomáticas, consulares y comerciales, cuando Duque tachó de fraudulenta la reelección de Maduro y reconoció como presidente encargado al dirigente opositor Juan Guaidó, ahora en un limbo.
"No me voy a preocupar por ponerme a reconocer gobiernos que ya los venezolanos, según sus normas, han elegido", dijo Hernández, un outsider sin partido político en una entrevista reciente.
Petro, senador y exguerrillero de 62 años, ha señalado por su parte que "no veía alternativa" al "restablecimiento cabal" de las relaciones con el gobierno de Maduro, que ejerce el poder en la práctica.
"Tancolid"
Duque encabezaba en la región la presión diplomática para sacar del poder a Maduro, causa que pierde adeptos con el regreso de la izquierda a Argentina y muy probablemente a Brasil en los próximos meses.
Receptor de unos dos millones de los seis millones de venezolanos que han emigrado desde 2015, Colombia acusa a Maduro de dar refugio a disidentes de la extinta guerrilla de las FARC y a organizaciones vinculadas con el narcotráfico, lo que el mandatario socialista niega.