Berlusconi visiblemente disminuido, habló primero: "Italia no quiere ser gobernada por la izquierda", afirmó el octogenario, denunciando la "opresión fiscal" y la "invasión incontrolada" de inmigrantes.
Matteo Salvini fijó el objetivo de "gobernar bien y juntos durante cinco años", comprometiéndose a "proteger a Italia y a los italianos".
"Estamos preparados, lo verán el domingo", dijo, prometiendo defender el "interés nacional" de Italia frente a Europa.
"Queremos una Italia fuerte, seria y respetada en la escena internacional", dijo, comprometiéndose también a poner en marcha "una reforma de las instituciones italianas" hacia un régimen presidencialista que garantice la "estabilidad" en un país conocido precisamente por su inestabilidad gubernamental.
Por su parte, Giorgia Meloni, cuyo nombre fue coreado por los partidarios, dio un discurso de más de media hora.
"Queremos una Italia fuerte, seria y respetada en la escena internacional", dijo, comprometiéndose también a poner en marcha "una reforma de las instituciones italianas" hacia un régimen presidencialista que garantice la "estabilidad" en un país conocido precisamente por su inestabilidad gubernamental.
Esas tres fuerzas unidas podrían obtener la mayoría absoluta de los escaños tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado, gracias a una holgada ventaja sobre el socialdemócrata Partido Democrático (PD) de Enrico Letta, que no logró aliarse ni con el centro ni con la izquierda.