"El pueblo se siente identificado con una persona que nace del mismo pueblo", dijo el candidato cuando acudió a caballo a votar en la primera vuelta en Tacabamba, Cajamarca, el medio de transporte tradicional de esa zona rural.
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Pobre y analfabeto, Ireño Castillo, un devoto cristiano que conoce como la palma de su mano los secretos del campo andino, no hubiera creído jamás a quien hubiera presagiado que el tercero de sus nueve hijos estaría hoy a las puertas de convertirse en presidente de Perú.
Ireño, de 81 años, y su esposa Mavila Terrones, de 75, también analfabeta, fueron durante años campesinos sin tierra en una hacienda de San Luís de Puña, una comunidad del distrito chotano de Tacabamba, donde descansa su humilde hogar de piedra, adobe y techo de calamina.
Allí, en la norteña región de Cajamarca, la segunda más pobre del Perú, creció junto a sus ocho hermanos el candidato izquierdista.
"Yo era un muchacho pobre y no me alcanzaba el dinero para pagar el arriendo (de las tierras) y educar a mis hijos", dijo a la agencia EFE el padre del candidato, ataviado con un machete, sandalias hechas con neumáticos usados y un tradicional sombrero "chotano" de paja y ala grande.
Según el relato del anciano, la educación de su hijo buscó acercar a Pedro a los valores de la fe católica, las rondas campesinas y las arduas labores de la agricultura: "Lo llevaba por varias zonas desde pequeño y le enseñaba a trabajar", contó.