"Mi carrera me ha enseñado que, sea cual sea la presión política, hay que hacer lo correcto", opina la afroestadounidense Willis.
"Y no importa si estás en el capitolio estatal o en los barrios bajos, tendrás que rendir cuentas si cometes un delito", insistió esta cincuentona poco después de ser elegida para el cargo.
El primer contacto de Willis con el mundo del derecho se remonta a su más tierna infancia.
Nació en California, pero se crió en Washington, donde su padre, un abogado y antiguo miembro de los Panteras Negras (organización comunista) la llevaba a menudo a los tribunales. Recuerda que a los ocho años ya ordenaba los expedientes, tanto casos de asesinato como de droga.
En vez de disgustarle, esta experiencia orientó sus pasos: estudió en la capital en la universidad de Howard, una institución históricamente con una alta proporción de estudiantes negros, y después en la facultad de derecho de Emory, en Georgia. Se licenció en derecho, abrió su propio bufete y después pasó a la fiscalía del condado de Fulton.
Se ocupa de casos a menudo complejos, como un escándalo de falsificación de resultados de pruebas en colegios públicos de Atlanta, homicidios y pandillas.
Ha procesado asimismo al rapero de Atlanta Young Thug en virtud de la llamada "Ley RICO", la misma en la que se basó para inculpar a Trump y a otras 18 personas.
Trump, como suele hacer con sus adversarios, le ha puesto un mote: "Fani-La Falsa".
Su plataforma Truth Social rebosa de adjetivos peyorativos sobre ella: "Muy bajo rendimiento", "muy corrupta", "fuera de control" e incluso “RACISTA".
El expresidente y su equipo de campaña la acusaron de haber "hecho campaña y recaudado fondos con (el lema) 'voy a por Trump'".
En un mitin, el expresidente republicano insinuó que la fiscal ha tenido una aventura con un miembro de una pandilla.
Willis, que dijo haber recibido amenazas, confía en su trabajo. "Me niego a fracasar", declaró al Wall Street Journal la madre de dos hijas, que trabaja desde las 6:30 de la mañana hasta al menos las 19:00 horas.