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OPINIÓN. Perspectivas económicas 2017: ampliación de facultades para Banxico

Un entorno consistentemente volátil y con un tipo de cambio como variable de ajuste nominal urgen al Banco de México a jugar un papel de mayor autonomía y liderazgo.
lun 26 diciembre 2016 07:30 AM

Nota del editor: Iván Franco es fundador y director de la consultora de inteligencia competitiva Triplethree International. Síguelo en su cuenta de Twitter @IvanFranco555 .Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

(Expansión) – El 2016 no fue un buen año para México. El año 2017 parecía más prometedor por la esperada mejoría de la economía de Estados Unidos. Sin embargo, en 2017 tendremos mayores riesgos, tanto internos como externos, que pondrán en apuros a la economía mexicana. En este sentido, es preocupante que estructuralmente solo podamos crecer apenas al 2% , o menos.

El mayor riesgo que vemos en 2017 es que las expectativas de consumo e inversión privada sigan empeorando. Los indicadores empresariales y del consumidor que evalúan la confianza en la economía cayeron hacia finales de 2016.

La confianza está afectada por la incertidumbre que genera para el consumo privado la devaluación del peso, la política fiscal, la corrupción y la anunciada política proteccionista de Trump.

La devaluación del peso afectó al nivel de precios en 2016. La inflación repuntó en la segunda mitad del año motivada por el índice de las mercancías. Creemos que la presión sobre los precios continuará en la medida en la que el tipo de cambio continúe lastimando los márgenes de los negocios. Este fenómeno lleva varios meses impactando.

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La buena noticia para la inflación es que hay una baja presión por el lado de la demanda agregada, lo que significa que la economía está débil y operando por debajo de su potencial.

Dado que la volatilidad en 2017 seguirá presente y se intensificará, es probable que el peso viva nuevos episodios de depreciación. En paralelo, con la posibilidad de obtener notas negativas a raíz de la situación de la deuda pública.

No es Trump, es la economía

El efecto Trump debe tomarse con mesura y no como justificación para explicar la desaceleración de la economía de México. El deterioro de las expectativas de la economía ha sido causado, en buena medida, por la falta de confianza en el ambiente de negocios .

Aunque es cierto que Donald Trump es sinónimo de incertidumbre, no parece probable que una renegociación del NAFTA (Tratado de Libre Comercio de América del Norte, por sus siglas en inglés) vaya a modificar notablemente el comercio entre México y Estados Unidos. Tampoco hay elementos suficientes para esperar una pronunciada caída en la inversión extranjera. Más aún, con las expectativas que está generando la industria petrolera de México.

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Lo que es un hecho es que Trump será un aliciente para que la clase política mexicana salga de su zona de comodidad y trabaje de manera intensa y creativa en generar mejores condiciones estructurales para la economía. Desde este punto de vista, Trump le conviene a México.

Ante la incertidumbre y la volatilidad será fundamental el trabajo del Banco de México como principal actor en materia económica. Esto, aunado a que el gobierno cumpla su compromiso fiscal y frene la corrupción, que tanto mina las expectativas internas.

Ampliación del mandato para el Banco de México

El gobernador del Banco de México, Agustín Carstens recientemente mencionó que es turno de las reformas estructurales para propiciar las condiciones que aceleren el crecimiento económico . Tiene razón, la política monetaria ha sido útil a la política fiscal. Las reformas estructurales, no obstante, son cambios en los marcos legales que pueden propiciar la atracción de inversión. Pero no la garantizan.

Un entorno consistentemente volátil y con un tipo de cambio como variable de ajuste nominal, urgen al Banco de México a jugar un papel de mayor autonomía y liderazgo, para evitar ser presa de la política fiscal del gobierno en turno. Pensamos que la forma de hacerlo es a través de una ampliación de sus facultades.

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Entendemos que el tipo de cambio es una variable de ajuste, pero este ajuste tiene costos, que ya están pasando factura a la economía real. Por ello, es necesario enfrentar la volatilidad en un entorno de inflación relativamente controlada. Sobre todo, cuando la caída del peso está afectando al consumo privado, motor de la economía.

Por otro lado, debemos reconocer que el papel de un banco central no es solo el de vigilar los precios. Ya constatamos que esto le resta autonomía y misión. El banco central es en última instancia el garante de la moneda y la ampliación de su mandato refleja el curso natural de las cosas. Como ejemplo, analicemos el caso de Estados Unidos y cómo libró su crisis gracias a una política monetaria no convencional. En parte, gracias a la amplitud de su misión.

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Es momento de revisar el mandato del Banco de México con miras a ampliarlo. Como prioridad, se encuentra la defensa del poder de compra de la moneda. Una vez logrado el objetivo de inflación, se deben utilizar instrumentos de política monetaria para propiciar las condiciones que incentiven el crecimiento.

Finalmente, el Banco de México debe actuar con los instrumentos correspondientes para evitar que la volatilidad de la moneda impacte en la formación de los precios y fundamentalmente, en las expectativas de consumo y en el crecimiento.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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