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OPINIÓN: El 'bullying', un llamado que nos convoca

Estamos tan acostumbrados a la violencia que muchas veces resulta natural o que, aun cuando la percibimos, resulta mejor hacerse a un lado o mirar para otro lado, en lugar de ocuparse de ella.
mar 06 marzo 2018 11:30 AM
El bullying
El bullying Entre 2014 y 2021, la Secretaría de Educación Pública (SEP) recibió 6,252 quejas por bullying. (Foto: Foto: CraigRJD/Getty Images)

Nota del editor: Roberto Vargas Arreola es psicoanalista, docente y editor de psic.mx . Lo puedes seguir en Twitter como @robertovarar . Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autor.

(Expansión) — La infancia es una etapa de la vida en donde los lazos de amor, comunicación y empatía están determinados, en gran medida, por los adultos. Los padres, profesores, educadores, entre otros, tenemos una gran responsabilidad en la construcción del universo complejo, frágil y mágico que implica la vida y las relaciones interpersonales de un infante.

Nunca dejamos de ser un ejemplo para los niños, ni tampoco dejamos de estar reflejados en sus actos y comportamientos. Desde esta perspectiva, el bullying o el acoso escolar es un asunto que nos compromete a todos, una agenda pendiente de la cual nos tenemos que ocupar.

Vivimos en una sociedad competitiva, es cierto. Muchas veces se justifica el bullying aludiendo al “no te dejes”, sin embargo, tenemos que ser conscientes de las dramáticas consecuencias de la violencia cuando no existe mediación a través de las leyes, los reglamentos, la justicia, la autoridad, el diálogo y la palabra.

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En todos los ámbitos sociales, incluidos la escuela, está presente la ley del más fuerte, al parecer como una reproducción de lo que ocurre en otros contextos como el familiar, el laboral, el comunitario y el social. ¿Dónde estamos los adultos cuando dos o más niños están inmersos en el fenómeno del bullying? Me gusta pensar que el acoso escolar es un llamado, un grito dirigido a los adultos que nos convoca a intermediar, pero para ello necesitamos ser conscientes de la magnitud y fuerza que ha cobrado la violencia, sensibilizarnos frente a ella, abandonar su normalización en la vida pública y tomar medidas al respecto.

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El bullying, también conocido como acoso o intimidación escolar, se produce en todos los países y en todos los niveles socioeconómicos en los cuales el ambiente familiar y social es poco protector e indiferente. Los factores de riesgo son la falta de adultos comprometidos en el bienestar de los niños, la falta de límites claros cuando se presentan comportamientos violentos y el abandono de normas que favorezcan la cooperación, el bienestar colectivo y la protección de los más vulnerables. Un niño puede ser víctima de acoso sin que nadie se dé cuenta, ya que es un fenómeno que se produce a escondidas, en el momento en que el profesor se da la espalda o en los lugares menos vigilados de la escuela como los baños, los pasillos o el patio de la escuela (Bullying: Acoso Escolar, M. Rincón, 2012).

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nullSe dice que para que exista el bullying se requiere de un agresor y de una víctima, y en sentido estricto es cierto. Sin embargo, siempre hay un tercer protagonista, generalmente dejado de lado: los testigos. Estos pueden participan directa o indirectamente en que el fenómeno del acoso eche raíces, pueden ser espectadores, alentar a los agresores con risas e incitaciones, divertirse mirando la escena o simplemente no hacer nada para impedirla. Esta última reacción es la que cotidianamente aparece en diferentes ámbitos de la vida pública.

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Estamos tan acostumbrados a la violencia que muchas veces resulta natural o que, aun cuando la percibimos, resulta mejor hacerse a un lado o mirar para otro lado, en lugar de ocuparse de ella. Así, los adultos somos testigos, cómplices y corresponsables de la violencia que acarrea el bullying y del grado de afectación emocional que puede tener para un niño como miedo, pérdida de confianza en sí mismo, aislamiento, reducción de habilidades sociales, depresión y suicidio.

De igual modo, el niño que lo ejerce también está implicado en un estado de fragilidad y vulnerabilidad ya que muchas veces reproduce lo que vive en casa o no cuenta con estrategias de autocontrol para expresar o manejar sus emociones. ¿Qué hacemos para prevenir e intervenir el acoso en las escuelas? A continuación se presentan algunas propuestas para pensarlas juntos:

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1.- Ser consciente de cómo repercute la violencia en mí.
2.- Ser consciente de cómo ejerzo la violencia.
3.- Preguntarme sobre otras maneras de manejar la agresión.
4.- Cuestionarme sobre el ejemplo que doy a los que son menores que yo.
5.- Preguntarme de qué modo puedo intermediar en el conflicto de dos o más niños.
6.- Investigar sobre el tema del bullying.
7.- Buscar orientación o apoyo emocional (en caso de que se requiera).
8.- Fomentar relaciones pacíficas y de cooperación con mis otros significativos.
9.- Aprender a respetar las diferencias con los otros.
10.- Tomar consciencia de que nadie es inferior o superior a mí, afirmando mi singularidad como persona.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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