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OPINIÓN: Trump no entiende cómo EU se beneficia del comercio

El presidente estadounidense cree que "otros países han estafado a Estados Unidos", razonamiento que resulta natural a un antiguo desarrollador inmobiliario, opina Howard Yu.
lun 30 julio 2018 12:30 PM

Nota del editor: Howard Yu es autor del libro LEAP: How Businesses Thrive in a World Where Everything Can Be Copied, profesor de Administración e Innovación en la escuela de negocios IMD en Suiza y director del Programa Avanzado de Administración de dicha institución. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

(CNN) - Donald Trump entiende que no puede ganar su guerra comercial en todos los frentes, desde China hasta México y Canadá. La Casa Blanca está preparándose para reiniciar negociaciones comerciales con Europa y eliminar los aranceles a varios artículos industriales. Pese a todo, Trump cree que "otros países han estafado a Estados Unidos", razonamiento que resulta natural a un antiguo desarrollador inmobiliario.

En el desarrollo inmobiliario la adquisición de terrenos es un juego en el que si tú ganas alguien más pierde. Con ese mismo argumento las importaciones tienen como consecuencia déficits comerciales, mismos que destruyen empleos y, en consecuencia, reducen el nivel de vida de los ciudadanos. Pero ¿qué pasa si los déficits comerciales no tuvieran nada que ver con nuestro bienestar económico, que de hecho depende de una buena dosis de competencia del extranjero?

Un parámetro generalmente aceptado del nivel de vida de un país es el producto interno bruto (PIB) per cápita, el monto generado por la producción de bienes y servicios en un año, dividido entre la cantidad de personas que viven en un país. Es el parámetro de crecimiento económico y de bienestar que usa la Casa Blanca.

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El psicólogo de Harvard, Steven Pinker, demuestra en su libro En defensa de la ilustración [versión en español de Ed. Paidós Ibérica] que según este parámetro, China, país que alguna vez sufrió el azote del hambre, logró el mismo ingreso per cápita en 2008 que Suecia registró en 1950. Difícilmente se puede pensar que el progreso de China se ha logrado a costa de Estados Unidos. Este último se volvió aún más rico durante el mismo auge a finales del siglo XX junto con Corea del Sur, Taiwán, Singapur y otros países en desarrollo como Bangladesh, Etiopía, Georgia, Ruanda, Vietnam y otros. Todos han ganado en grande. El mundo nunca había tenido tal abundancia.

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Sin embargo hay quienes señalan, con toda razón, que la desigualdad crece en Estados Unidos. El ingreso del 1% más rico ha aumentado constantemente y este grupo controla casi el 20% del ingreso total, lo que nos lleva a niveles parecidos a los de la "Edad de Oro" previa a la Primera Guerra Mundial. Pero si al gobierno de verdad le preocupa el sufrimiento de los estadounidenses de clase media, la verdadera solución es incrementar el apoyo social para volver a capacitar a la fuerza laboral. El comercio y la tecnología en sí mismos son una simple precondición de la riqueza y el progreso.

De acuerdo con Pinker, en 1800, un inglés con ingreso promedio tenía que trabajar seis horas para ganar lo suficiente como para comprar una vela hecha a mano que duraba una hora. Cualquier fuente de luz no natural era un lujo. Ocho décadas después, en 1880, gracias a la invención de la lámpara de queroseno y de las tecnologías de refinación de la Standard Oil de Rockefeller, el estadounidense promedio tenía que trabajar 15 minutos para poder pagar una fuente de luz artificial. Luego, los focos incandescentes de Tomás Edison podían estar encendidos una hora a cambio de ocho segundos de trabajo. Más tarde, tener encendidos los focos fluorescentes costaba solo medio segundo de trabajo y las lámparas led solares son prácticamente gratuitas en cuanto a costo de combustible.

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Mientras que los estadounidenses gastaban más del 60% de su ingreso en satisfacer sus necesidades en 1929, en la actualidad la gente gasta menos de un tercio. El precio del agua corriente, la electricidad, los automóviles, las computadoras personales, los teléfonos móviles, las lavadoras, las aspiradoras, las estufas, los aires acondicionados, las lavavajillas y los refrigeradores se han reducido radicalmente. El ingreso promedio de una persona es tan importante como el poder adquisitivo de una cantidad determinada. Nuestro avance material, medido según el poder adquisitivo, es incontestable.

Lo que Trump olvida es que la innovación y el progreso suelen nacer de la competencia del extranjero, necesaria para obligar a las empresas y a los titanes de la industria nacional a ser ingeniosos. Sin la competencia del extranjero, las empresas engordan, los CEOs se vuelven perezosos, los consumidores sufren y la economía se estanca.

Aunque esto puede ser malo para las grandes empresas, es de gran ayuda para los consumidores. Gracias a los avances en el almacenamiento de las computadoras y a que sus costos han disminuido, las laptops son cada vez más baratas, los teléfonos móviles más versátiles y la computación en la nube se ha vuelto realidad.

Seagate, un fabricante estadounidense de discos duros, probablemente odia la dura competencia de los fabricantes asiáticos en un mercado cada vez más competido. Pero de igual forma las consecuencias de que el almacenamiento sea cada vez más barato han propiciado el crecimiento de Google, Facebook, Apple e incontables empresas estadounidenses que prosperan en la era de la información. ¿Alguien de verdad querría cambiar al brillantemente ingenioso Silicon Valley por la industria pesada contaminante de la que hasta el gobierno chino quiere prescindir?

Eso nos lleva a la cuestión del comercio internacional: ¿cómo y cuándo es que los fabricantes extranjeros promueven el crecimiento de las empresas estadounidenses y ayudan a consolidar la preeminencia de Estados Unidos en la innovación tecnológica?

Tomemos como ejemplo a Apple, la mayor empresa exportadora del mundo, con ventas que superaron los 200 mil millones de dólares en 2017 y que fomentaron el ascenso más grande del índice industrial Dow Jones desde la pasada recesión. El procesador central de un iPhone se diseñó en Estados Unidos, pero su batería, su pantalla y la mayoría de sus componentes se producen en el extranjero. El iPhone tiene cientos de componentes, de los cuales aproximadamente el 90% se produce con la ayuda de trabajadores de Alemania, Singapur, Corea del Sur, Taiwán, China y otros países.

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Entonces ¿quién es el más beneficiado con el crecimiento del poder de computación, respaldado por esta red intrincada de proveedores extranjeros? Las empresas estadounidenses. Kenneth Kraemer, investigador de la Universidad de California (UC) en Irvine (EU), junto con dos investigadores de la UC en Berkeley y la Universidad de Syracuse, estimaron que de una iPad que se vende en 499 dólares, Apple retiene alrededor del 25% del precio de venta como ingreso, mientras que LG y Samsung, proveedores de la pantalla y los chips de memoria, reciben el 7%. Como China solo aporta mano de obra, se estima que apenas 25 dólares del precio de venta se gastan en los salarios de los trabajadores chinos.

En otras palabras, mientras que cada iPad vendida en Estados Unidos suma unos 250 dólares al déficit comercial (el costo de fábrica declarado en la aduana), el valor que China captura de una iPad vendida en 499 dólares, de acuerdo con Kraemer, es "cuando mucho, de un décimo del precio, probablemente menos".

Por ello, es curioso que Trump crea firmemente en que Estados Unidos es víctima del comercio internacional; este último ayudó a que Estados Unidos afianzara su liderazgo en tecnologías avanzadas, sector que generó 200 mil empleos en 2017, que se estima tiene 11.5 millones de trabajadores y que está valuado en 1.6 billones de dólares, lo que da a Estados Unidos casi el monopolio de las empresas más valiosas del mundo. Los avances tecnológicos que han promovido el auge de nuestras laptops, nuestros smartphones y nuestros autos sin conductor dependen de esta cadena de suministro global en expansión.

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Casi el 70% del PIB de Estados Unidos se compone del gasto de los consumidores. Los otros tres elementos del PIB son las inversiones de las empresas, el gasto gubernamental y las exportaciones netas. Sin embargo, el gasto de los consumidores por sí solo nunca podrá ser el único motor del desarrollo económico sostenible a largo plazo. Si al gobierno estadounidense de verdad la preocupa la competitividad industrial de su país, debería urgir a su industria nacional a invertir en la siguiente generación de tecnologías en vez de redistribuir constantemente las ganancias entre sus accionistas en forma de dividendos o de recompra de acciones.

Si le preocupa la protección de la propiedad intelectual, entonces debería, por ejemplo, implementar un castigo a ZTE y no dar marcha atrás. (ZTE, un gigante chino de las telecomunicaciones, violó los reglamentos al revender tecnologías estadounidenses en Irán y Corea del Norte). Si al gobierno le preocupa el sufrimiento de la clase media estadounidense, la solución es incrementar el apoyo social PARA capacitar a la fuerza laboral. Lo verdaderamente notorio es que el gobierno opte por implementar aranceles como si fuera la panacea.

La tierra es un recurso finito. Por eso, la gente se obsesiona con los ganadores y los perdedores. El comercio internacional, por otro lado, es un juego menos radical que genera riqueza y progreso. Desafortunadamente, la diferencia entre la generación de la riqueza entre países y la redistribución de la riqueza en un país es desconocida para un antiguo desarrollador inmobiliario.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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