OPINIÓN: EU y el ligero desplazamiento del péndulo al lado demócrata
Nota del editor: Horacio Vives Segl es Licenciado en Ciencia Política por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y doctor en Ciencia Política por la Universidad de Belgrano (Argentina). Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad del autor.
De manera general las elecciones legislativas intermedias sirven para evaluar el desempeño de los gobiernos. No suelen despertar mucho interés, las tasas de participación son bajas y tienden a castigar al presidente en funciones. En democracias presidenciales, como en Estados Unidos, donde la reelección legislativa es un factor clave, la política local tiene en los comicios intermedios un peso crucial, más aún considerando las gubernaturas en juego; sin embargo, las elecciones tuvieron un carácter eminente nacional. Aquí una breve lectura de los saldos.
Como candidato y presidente, en más de dos años ha sido muy consistente -a través de su discurso antiinmigrante, racista, misógino, homófobo, xenófobo- en potenciar el odio y polarización
Obama volvió a la política. Los expresidentes norteamericanos no suelen involucrase en las campañas de sus partidos una vez que dejan la Casa Blanca. Obama tuvo la astucia de administrar sus apariciones públicas en los dos últimos para apuntalar con buenos resultados la campaña demócrata.
Elección con avances de género. En un sistema donde no hay cuotas obligatorias, no sólo por la postulación de candidaturas, sino por los resultados cualitativos y cuantitativos obtenidos, las mujeres rompieron techos y superaron barreras. Habrá dos gobernadoras en estados que no habían sido liderados por mujeres: Kristi Koem y Janet Mills (Dakota del Sur y Maine, respectivamente). Cuarenta mujeres fueron electas al Congreso (adicionalmente, la mitad de ellas afroamericanas) y por primera vez, se superará el piso de 100 legisladoras en la Cámara de Representantes.
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Le salió barato a Trump. La imagen que se tiene de Donald Trump fuera de Estados Unidos es peor que la opinión interna. Por esa razón, suele hacerse un juicio equivocado -que se confunde frecuentemente con deseos sin fundamento- sobre lo mal que le debería ir en las urnas.
Como candidato y presidente, en más de dos años ha sido muy consistente -a través de su discurso antiinmigrante, racista, misógino, homófobo, xenófobo- en potenciar el odio y polarización. Ha generado conflictos, dinamitado acuerdos, maltratado minorías, multiplicado críticos. No hay actuaciones en las que no haya sido motivo de fuertes críticas, ya fuera en el ámbito nacional o en instancias internacionales. Por buenas razones, se ha consolidado una percepción generalizada de que es un político que no genera confianza, contradictorio en sus acciones, irascible, frívolo y voluble. En una idea, irresponsable políticamente.
Sin embargo, ese discurso y conducta política sigue generando réditos entre ciertos sectores del electorado estadounidense y le permiten continuar con el control del Senado y refrendar la lealtad en sus bastiones electorales tradicionales y además en estados claves como Ohio y Florida.
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Le otorga además el argumento perfecto para culpar a los demócratas de cualquier fracaso en el desempeño del gobierno. Algo no menos importante para el futuro de Trump: pulverizar la opción de terminación anticipada de su gobierno por la vía del impeachment. Se produjeron los primeros daños colaterales del resultado electoral: ya se concretó la anunciada y agónica renuncia de Jeff Sessions como fiscal general, por ser incómodo en la investigación de la trama rusa, referente a las elecciones que le dieron la presidencia hace dos años.
Queda, por supuesto como enemigo a vencer en las presidenciales de 2020.
Avance demócrata. El más evidente, arrebatarle a los republicanos el control de la Cámara de Representantes, por lo que los dos años restantes Trump tendrá que someterse a las negociaciones que implica vivir un gobierno dividido. Los demócratas avanzaron en estados claves como lo son Pensilvania, Wisconsin y Michigan.
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Aunque no ganaron en Texas, es muy gráfico que en un bastión de Trump y con un referente republicano tan fuerte, Ted Cruz apenas retuviera el escaño senatorial por una diferencia de un punto porcentual frente a Beto O’Rourke. Otra buena noticia aquí es que sin consolidarse un claro perfil que evite su reelección en dos años –dado que paradójicamente Obama se consolidó como el referente demócrata más valioso- al menos se abre la baraja de posibles precandidatos demócratas: Elizabeth Warren, Kirsten Gillibrand, Kamala Harris y el propio O’Rourke.
Ahonda la grieta en Washington. Lo que suele evitar la parálisis para un presidente que no tiene mayoría en las dos cámaras es un área de temas en la agenda política que pueden ser sujetos de negociación y donde ambos republicanos y demócratas podrían contabilizar aciertos. Sin embargo, por el altísimo grado de polarización esperada, esa esfera de negociación de acuerdos presumiblemente se compactará o en el peor de los escenarios, desaparecerá. La carrera presidencial de 2020 no genera adicionalmente incentivos a la cooperación. Por ello, las amenazas de shutdown o de cierre y parálisis gubernamental que detone Trump, podrán ser más frecuentes de lo deseado.
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