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OPINIÓN: Los corresponsales en la Casa Blanca deberían abandonar a Trump

Luego de un altercado entre el presidente y Jim Acosta, la Casa Blanca acusó al periodista de haberle "puesto las manos encima" a una becaria que trató de quitarle el micrófono, comenta Jane Merrick.
jue 08 noviembre 2018 11:53 AM

Nota del editor: Jane Merrick es una periodista británica; fue editora de política del diario británico The Independent on Sunday. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.

(CNN) - Ahora que los demócratas tomaron el control de la Cámara de Representantes, Donald Trump supo qué se siente perder algo (aunque sea un poco) de poder.

Cuando los acosadores sienten que están perdiendo el control, desatan su furia.

The party told you to reject the evidence of your eyes and ears. It was their final, most essential command
Fragmento del libro 1984, de George Orwell

La reacción del presidente de Estados Unidos a las preguntas incómodas de Jim Acosta, de CNN, sobre la campaña republicana y su discurso de inmigrantes "invasores", fue el clásico ejemplo de la conducta de un acosador: decir que el jefe de corresponsales en la Casa Blanca era una "persona grosera, horrible" muestra lo perturbado que Trump está por los resultados.

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Que el arranque de Trump, el miércoles 7 de noviembre, coincida con su afirmación de que la prensa es "enemiga del pueblo" no significa que haya que tolerarlo.

Trump decidió revocar el pase de Acosta a la Casa Blanca, lo que representa una intensificación indignante de su campaña contra la prensa inquisitiva, robusta y libre.

En respuesta a un hombre que trata la presidencia como si fuera una serie de telerrealidad particularmente extraña, todos los corresponsales en la Casa Blanca deberían irse. Negarle la cobertura. Sacarlo del aire. Cancelar sus series. Dejarlo que desahogue su ira en la cámara de resonancia de Twitter, que es lo más que merece.

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Como tuiteó Peter Baker, jefe de corresponsales en la Casa Blanca del New York Times: "Nunca había visto algo como esto desde que empecé a cubrir la Casa Blanca, en 1996. Los otros presidentes no tenían miedo de las preguntas difíciles".

También en Reino Unido les hacen preguntas difíciles a los primeros ministros, a veces de línea muy dura. He cubierto la política británica durante el mandato de cuatro primeros ministros y nunca había visto una reacción como esta.

Una vez le preguntaron a Tony Blair si tenía "sangre en las manos" por el suicidio del inspector de armas en Iraq, David Kelly. Esta fue una pregunta mucho más polémica que cualquiera que le hayan hecho a Trump el miércoles, no obstante, el entonces primer ministro se quedó parado, en un silencio sepulcral. Es más, no revocaron las credenciales del reportero que hizo la pregunta.

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Ahora, no solo le quitaron su pase a Acosta, sino que la secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Sarah Sanders, lo acusó falsamente de haberle "puesto las manos encima" a la becaria que trató de quitarle el micrófono cuando trató de hacer más preguntas.

No hay que culpar a esta joven por haber tratado de hacer su trabajo en un entorno difícil. Lo vergonzoso es que Sanders haya insinuado que Acosta cometió algún tipo de agresión, cuando los videos de incidente muestran claramente que la pasante puso sus manos en el brazo de Acosta y no al revés.

Sanders incluso hizo circular lo que en mi opinión parece un video alterado de la interacción: el movimiento de brazo de Acosta se nota acelerado con la intención de que parezca que le dio un golpe de karate a la pasante en el antebrazo.

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Que los altos funcionarios de la Casa Blanca diseminen mentiras y calumnias en las redes sociales (y que luego los partidarios de Trump las crean sin reservas) en venganza contra un periodista que hace preguntas nos recuerda a la novela 1984 de George Orwell: "El partido te pidió que rechaces lo que ven tus ojos y lo que escuchan tus oídos. Fue su mandato final y más esencial".

Esta acusación de agresión es indignante en sí. Es un insulto a las verdaderas víctimas de acoso y agresión. Pero es increíblemente hipócrita de parte de una Casa Blanca cuyo presidente ha reconocido que ha "agarrado" a mujeres de forma sexual; cuyos antecedentes de misoginia son tan malos, y que apenas hace un mes alababa a un candidato republicano por haber tacleado a un reportero.

Este es el punto más bajo de la campaña de la Casa Blanca de Trump contra la prensa y no hay que tolerarlo más.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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