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OPINIÓN: ¿Por qué la muerte de Luke Perry nos impactó tanto?

Para los fans, su muerte es un recordatorio de una juventud que se va alejando en el espejo retrovisor mientras la mortalidad se acerca demasiado rápido, comenta Jill Filipovic.
mar 05 marzo 2019 11:27 AM

Nota del editor: Jill Filipovic es periodista y trabaja en Washington. Es autora del libro The H-Spot: The Feminist Pursuit of Happiness. Síguela en Twitter como @JillFilipovic . Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.

(CNN) - Luke Perry, actor talentoso y galán intergeneracional, murió el 4 de marzo. Como suele pasar en estos casos, hay grandes manifestaciones de duelo en los medios, especialmente en las redes sociales, donde la reacción a su muerte está teñida de una incomodidad particular.

Cuando una persona dinámica, próspera y hermosa muere simplemente porque su cuerpo falló queda dolorosamente claro que debemos cuidarnos
Jill Filipovic

Perry tenía tan solo 52 años, no era mucho mayor que sus admiradores que veían el exitoso programa de la década de los 90, Beverly Hills 90210. Pese a su personaje de chico malo, Perry no falleció por haber conducido demasiado rápido, por sobredosis de drogas ni por vivir al límite. Simplemente le sucedió lo mismo que a muchos humanos: una falla aparentemente indiscriminada de su cuerpo. Su publirrelacionista dijo que murió de un derrame cerebral masivo.

Para los fans de más edad de Perry, su muerte es un recordatorio de una juventud que se va alejando en el espejo retrovisor mientras la mortalidad se acerca demasiado rápido.

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Yo tenía apenas siete años cuando se estrenó 90210, en 1990; durante esa década, me prohibieron estrictamente verlo porque mis padres pensaban que sus representaciones del sexo adolescente, las agresiones sexuales y el suicidio eran inadecuadas para una niña a la que le faltaba mucho para poder sacar su permiso para conducir (en mi opinión, estos padres eran autoritarios totalmente irracionales, decididos a acabar con mi prestigio social).

Sin embargo, Luke Perry estaba en todas partes, particularmente en las revistas para adolescentes y en las paredes de las habitaciones de mis amigas con padres más libertinos (o tal vez más descuidados).

Zack Morris, de Salvado por la campana, pudo haber sido el objeto de los enamoramientos de secundaria aprobados por los padres, pero para las chicas adolescentes, el personaje de Perry en 90210, Dylan McKay, era lo máximo. No tenía que ver la serie para saber que se trataba de la sexualidad con lentes oscuros.

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En 1991, Madeleine Pinzon, que en ese entonces tenía 17 años, dijo al South Florida Sun Sentinel: "Es tan solo un chico lindo, bien parecido, que no teme mostrar sus sentimientos. Si todos los chicos del mundo fueran así, todo sería perfecto".

Su carrera resurgió en años recientes gracias a su papel en el exitoso programa de televisión Riverdale. No lo he visto, pero me imagino que con ese estilo y con esa cara, debe haber al menos un toque de papá sensual en su personaje para que sus fans nuevos (y sus padres) lo admiren, así que Perry sería el rompecorazones adolescente que se transformó en galán maduro; sin embargo, debió ser difícil superar sus días en 90210.

La escritora Taffy Brodesser-Akner tuiteó el lunes: "Todos ustedes devotos de Riverdale, háganse a un lado y recuerden que nosotros ÍBAMOS a donde estuviera Luke Perry, no solo le enviábamos tuits. Sí. Íbamos. Lo ahuyentábamos de los centros comerciales en estampidas. Mi amiga Jenn me envió este artículo. Ella estuvo ahí". (También tuiteó un enlace a un artículo del Sun Sentinel sobre el caos que desataban las adolescentes en los centros comerciales cuando llegaba Luke Perry), escribió Brodesser-Akner.

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Esas mismas chicas (y unos cuantos chicos) que llegaban en hordas a los centros comerciales a principios de la década de 1990 (algunos incluso salían heridos en el frenesí) ahora se están acercando a los cincuenta. Dado que la mujer estadounidense promedio vive hasta los 81 años y el hombre promedio hasta los 76, la muerte de Perry llega, cultural y estadísticamente, demasiado pronto y muy cerca de la edad actual de sus entonces admiradores adolescentes.

Tal vez esa sea la parte más perturbadora. Si solo los buenos mueren jóvenes, y muchos de los jóvenes mueren por la locura de la juventud, al menos queremos creer que quienes mueren en la mediana edad hicieron algo para acelerar el proceso. Cuando una persona dinámica, próspera y hermosa muere simplemente porque su cuerpo falló queda dolorosamente claro que aunque podemos y debemos cuidarnos, gran parte de la forma en la que dejamos esta vida no está en nuestras manos.

También nos recuerda que muchos de nosotros estamos entrando a la mitad (o a la segunda mitad) de la vida. Luke Perry era un ser humano de carne y hueso, cuya muerte nos obliga a enfrentar el hecho de que ahora estamos en una edad en la que el cuerpo de nuestros ídolos de la adolescencia empieza a rendirse y que también es una edad en la que puede pasar lo mismo con nuestro cuerpo.

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No hay una forma positiva de interpretar la muerte, nada es mejor cuando muere un hombre talentoso, carismático y, según todas las versiones, sumamente decente. La muerte de estas celebridades maduras, pese a que son lejanas, pueden sorprendernos y entristecernos, pero no nos hacen cambiar fundamentalmente nuestra vida, como ocurre con la muerte de algún ser querido. Nos dan un momento singular para reflexionar sinceramente sobre nuestras decisiones y los caminos que seguimos.

Tal vez no lleguemos tan lejos como hubiéramos querido. ¿Estamos conformes con la huella que hemos dejado?

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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