El nuevo capitulo antimexicano de la ofensiva trumpista encontró cabida en la relajación del gobierno de López Obrador en materia de combate a las drogas, crimen organizado y migración. Ahora el enojo llegaba con la cruzada de imponer “aranceles electorales” a todas las importaciones de México, las tarifas con jiribilla política que descarrilaron la agenda del gobierno y preocuparon a todos los mexicanos.
Lo que se anunció como la “primera gran crisis internacional de AMLO” y con impactos devastadores para la economía mexicana terminó en un acierto -de corto plazo- para el gobierno, tras las negociaciones entre Marcelo Ebrard y Mike Pence.
A cambio de evitar la sanción arancelaria cedimos capacidad de autodeterminación en materia de política migratoria y fronteriza. Si bien se desactivó la ofensiva, quedamos en una condición de enorme vulnerabilidad y desventaja frente a Trump, quien podrá activar el portafolio tarifario, de acuerdo a los vaivenes que presente su campaña electoral. Ésta será la divisa con la que tendremos que lidiar hasta el 2024, si consideramos la enorme factibilidad de que Trump sea reelecto en el 2020.
OPINIÓN: México debe jugar inteligentemente con Estados Unidos
La vuelta de página en las relaciones México-EU está dada. Después de haber puesto por delante los pilares del libre comercio y concebido al vecino del norte como una oportunidad y no amenaza, la furia nativista y proteccionista de Washington nos deja un mensaje sin aliento: no somos ni amigos, ni aliados y mucho menos existe la anhelada comunidad de América del Norte.
Con esto en mente, AMLO deberá de jugar todo su sexenio, el recado que lo obliga a voltear al mundo para lidiar con el bully del Norte, como lo llama Jorge Ramos. Resulta que la mejor manera de atemperar el grito trumpista sobre México es fortaleciendo la economía mexicana y expandiendo nuestro campo visual en materia de política exterior.
Lo anterior nos exige conocer a profundidad lo que acontece en la Casa Blanca y los pasos que Estados Unidos está dando en materia de geopolítica global. Con este entendimiento, AMLO pudiera mover mejor su cartera de opciones políticas, económicas, diplomáticas y culturales para contrapesar a Trump.
Activar nuestro empoderamiento con China, Rusia y la Unión Europea nos ayudaría a transar mejores términos de intercambio en la relación bilateral. Si bien no podemos escapar a la dependencia económica de Estados Unidos, sí podemos reforzar nuestro relacionamiento con el mundo, a propósito de dotarnos de mayores márgenes de autonomía e independencia. Esta prueba será toral en el arte de gobernar de AMLO.
La política exterior no es un tema menor, no es un lujo dentro de la política pública, ni un accesorio del que nos podamos desprender. México es un país sumamente vulnerable a los condicionantes externos. Una mirada coja ante el mundo nos puede generar costos en términos de desarrollo y oportunidades.
En vísperas de la Cumbre del G20 que reúne a las 20 economías más industrializadas del mundo, el gobierno debe rectificar, pues los grandes problemas de México no se pueden solucionar bajo ensimismamiento y sin conocer los entrecejos de lo que ocurre más allá de nuestras fronteras.
Nota del editor: Rina Mussali es analista internacional y conductora de Vértice Internacional en el Canal del Congreso. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autora.
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