Segundo, la administración Trump necesita una promesa de campaña cumplida: La aprobación del Tratado de Libre Comercio México-Estados Unidos-Canadá (TMEC). Por eso lo envió al Congreso para su aprobación. Los demócratas, sin embargo, han dejado claro que no se someterá a voto en el pleno sin que haya revisiones sustanciales.
Tercero, todo esto sucede cuando, en su primera aparición pública, el Consejero Especial Robert Muller aclara que su reporte no exonera al Presidente, lo que aumenta la presión política para analizar el impeachment del Presidente Trump de cara a su reelección.
Con esta decisión, pues, Trump está haciendo un punto político (“los demócratas son el enemigo a vencer en la elección”) e intentando cambiar la narrativa de regreso al nativismo (“hay una crisis causada por migrantes que tenemos que atender”) en preparación de la elección.
¿Qué debe entenderse en México de este episodio? Uno, el país está en una situación imposible. No hay manera de que México selle efectivamente la frontera sur y la norte en unas semanas. Y como el punto es político, no factual, siempre puede apelarse a la “emergencia migratoria causada por México”. Y no hay Doctrina Estrada redux que nos salve de esto.
Dos, la estrategia actual de la Cancillería de conceder todo a cambio de nada, es claramente inviable y deja al país en una posición de debilidad en la mesa de negociación.
Tres, por mucho que los mexicanos – y nuestros comentócratas – quieran creer que México importa en Estados Unidos, la realidad es muy distinta. Nadie como Tip O’Neill para explicarlo: all politics is local…o traduciendo al caso en ciernes, toda política exterior es doméstica.