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El peso de la corrupción

Varias de las alteraciones de nuestro sistema económico y financiero corresponden a la sacudida que se está dando al aparato gubernamental, señala Luis Wertman Zaslav.
vie 28 junio 2019 10:59 AM

(Expansión) – Sin duda la corrupción es una fuerza económica. En tiempos no tan remotos se le consideraba el aceite que engrasaba la compleja maquina pública y privada que sostenía el crecimiento del país. De acuerdo con la OCDE y la UNAM, representaría hasta 10 puntos porcentuales del Producto Interno Bruto (PIB) al año.

Podemos encontrar muchos antecedentes de la presencia de la corrupción en nuestra historia y la manera en que ésta se fue arraigando a tal grado de que se le considerara parte de la cultura mexicana (lo que nunca he creído).

En su celebrada obra “Por Qué Fracasan los Países”, Daron Acemoglu y James A. Robinson explican que no se trata tanto de la corrupción en sí misma, como de la falta de instituciones fuertes que garanticen un Estado de Derecho con reglas claras y que impida los abusos de los poderosos.

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Esa diferencia, leyes que se aplican y se respetan sin distinciones, hace que el marco jurídico y normativo de una sociedad no deje dudas o interpretaciones para que prive el “criterio” del servidor público, ni la generosa contribución del empresario para agilizar, entorpecer o doblar la ley a su antojo.

A lo largo de mi carrera como hombre de negocios y después como líder civil puede comprobar que el soborno no está en nuestro ADN, aunque el sistema esté construido sobre unas bases que dificultan mucho la honestidad.

La realidad es que a los ciudadanos nos molesta mucho la corrupción. Sin embargo, no hacemos lo suficiente para combatirla porque tenemos la idea errónea de que puede sernos útil en algún momento.

Acemoglu y Robinson relacionan esta falta de institucionalidad con un ánimo social en donde un país no se desarrolla porque su sociedad no participa, no tiene mucho interés en lo público y, en consecuencia, le tiene sin cuidado lo que le ocurra al vecino. Las naciones que actúan al contrario son las que prosperan, según demuestra en su libro (muy recomendable, por cierto).

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De ahí que la frase “hágase la voluntad del creador en las mulas de mi compadre” no sea gratuita y tampoco única de México. Nos acostumbramos durante décadas a que “quien no transa, no avanza”, “con dinero baila el perro” o “político pobre, es un pobre político”.

Se puede o no estar de acuerdo con el presidente de la República, no obstante, en seis meses hemos podido comprobar que casi cualquier actividad económica tenía detrás una cauda de problemas relacionados directamente con la corrupción, la opacidad y el capitalismo de cuates.

OPINIÓN: El “empezar de cero” en un país cansado de la corrupción

Varias de las alteraciones de nuestro sistema económico y financiero, incluyendo la incertidumbre internacional, corresponden a la sacudida que se está dando al aparato gubernamental y a su forma tradicional de ejercer el gasto público, lo que impacta necesariamente con el comportamiento del sector privado.

¿Funcionará esta transformación de las reglas? ¿Detendrá la corrupción y hasta la eliminará? Es muy pronto para saberlo, pero es un inicio reconocer que las bases económicas nacionales estaban soportadas por una base en la que muchas fuerzas económicas tenían metida la mano en la bolsa de alguien más.

Agradezco a Expansión por la oportunidad de este espacio de colaboración. Aquí nos encontraremos.

Nota del editor: Líder de la sociedad civil y empresario. Durante ocho años encabezó el Consejo Ciudadano de la Ciudad de México, y presidió la Red Nacional de Consejos Ciudadanos A.C. Es miembro numerario de la Legión de Honor Nacional de México. Cuenta con cuatro doctorados Honoris Causa por su trayectoria como líder de la sociedad civil en México. Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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