El hecho de que algunas personas confundan lo correcto de lo incorrecto o que el fin justifique los medios, abre las puertas a toda clase de “justificaciones” y es cuando comenzamos a encontrarle la lógica a dichos tan populares como: “El que no transa no avanza”. Si lo pensamos, ese dicho es en realidad una justificación a un acto incorrecto, que evidencia un logro o bien mal habido. O argumentos como “todo el mundo lo hace” para justificar un acto de corrupción.
Actualmente vivimos en un ambiente de corrupción tolerada y esto no va a cambiar hasta que cada uno -y en este caso utilizando la influencia que sí tienen los empresarios o directivos de las empresas sobre sus empleados-ponga el ejemplo y énfasis en lo correcto, en el actuar ético y en dejar de tolerar conductas deshonestas. Entonces comenzaremos a ver un cambio palpable.
En la actualidad, es muy importante que las empresas comiencen a desarrollar su sentido de responsabilidad social mucho más allá de ayudar a plantar árboles o de acciones sociales en su comunidad. Es de vital importancia que comiencen a trabajar en el valor de hacer lo correcto de manera más activa y continua.
Es fundamental que los directivos pongan el ejemplo de un actuar ético, de hacer lo correcto en las decisiones de negocio, y de reforzar lo correcto entre sus empleados para que ello vaya permeando hacia sus comunidades
Las leyes y regulaciones cada vez más se encaminan a solicitar o exigir el monitoreo de la ética de sus empleados, es decir, que vayan más allá de solo filtrar en integridad a sus nuevos reclutados. A pesar de todos los controles que se van implementando en las empresas, éstos son insuficientes y no sirven si no se conocen los valores de las personas.
Dependiendo de su motivación, la gente siempre encontrará el modo y la justificación para actuar de manera deshonesta. La relevancia de monitorear a los empleados para poder detectar los riesgos que pueden representar para la organización, llevará a que se pueda gestionar a tiempo y a emprender acciones de mitigación para así prevenir el quebranto hacia la empresa.
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Si algo nos enseña el caso KPMG es que la deshonestidad por muy “simple” o “trivial” que parezca, sí cuesta, y cuesta muy caro, y eso sin hablar de corrupción que es aún más honerosa. Una multa de 50 millones de dólares o la cantidad que ha pagado Walmart al Departamento de Justicia de Estados Unidos por sus actos de corrupción , son claras evidencias de que la corrupción puede costar mucho más cara que el decidir actuar de manera correcta y ética. A largo plazo la honestidad siempre será mejor negocio.
Nota del editor: Fernanda Zenizo L. es Directora de Accupeople Inteligencia Laboral e Intelab. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.
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