Pese a todo, las investigaciones de los medios de comunicación han revelado los rasgos principales de la historia: en julio, Trump retuvo ayuda militar mientras presionaba al presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, para que investigara unas acusaciones desmentidas contra el exvicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, el principal contrincante de Trump para las elecciones de 2020. Trump reconoció que habló con Zelenski de corrupción y de Biden.
Trump querría que creamos que todo esto es perfectamente normal y que retener la ayuda militar no tuvo nada que ver con su deseo de que se investigara a Biden. El martes, 24 de septiembre, Trump tuiteó que publicaría el miércoles la "transcripción completa, totalmente sin reservas y sin supresiones de mi conversación telefónica con el presidente Zelenski".
Sin embargo, nada de esto es normal. De hecho, si Trump estaba intentando llegar a un acuerdo con el presidente de Ucrania, fue una maniobra de muy mal gusto con la que puso sus intereses por encima de los del país al que juró servir.
Es probable que los actos de Trump respecto a Ucrania equivalgan a una violación a las leyes anticorrupción, además de que viola evidentemente la Ley de Protección a Denunciantes. Lo más importante es que la conducta de Trump constituye una violación de su juramento presidencial, de su compromiso de "proteger y defender" su nación, de la confianza del pueblo estadounidense y de los deberes más fundamentales que aceptó cuando se volvió presidente de Estados Unidos.