La debilidad es producto de la contracción en la inversión que se manifiesta en la menor capacidad de planta utilizada por las empresas y que, de continuar, se verá reflejada en el empleo.
Además, las cifras de importación de bienes de capital permiten establecer que la tendencia negativa en la inversión se mantendrá porque las manufacturas de exportación ya resienten la desaceleración industrial en Estados Unidos.
Se debe resaltar lo que ocurre en la extracción de petróleo y gas: no se ha logrado revertir la caída de su capacidad potencial a pesar de que es considerado uno de los sectores estratégicos para el presidente López Obrador y que se le han destinado recursos crecientes.
El aspecto por considerar es que la tendencia negativa podría implicar un desafío para las metas de producción en 2020 que se encuentran definidas en los Criterios Generales de Política Económica: ello implicaría una menor recaudación para el Gobierno Federal y una presión sobre la calificación para el modelo de negocios de Pemex.
Bajo el contexto descrito es evidente que la recuperación del sector industrial mexicano dependerá de un cambio estructural en materia de política económica: medidas aisladas no tendrán la capacidad de revertir la recesión en la que se encuentra, particularmente cuando el ciclo industrial de Estados Unidos ya entró en una clara desaceleración y hará sentir sus efectos durante los siguientes meses.
En está ocasión la solución no se encuentra en el extranjero, tendrá que llegar del mercado interno, algo que únicamente pasará si se aplica una estrategia distinta de política industrial.
Nota del editor: José Luis de la Cruz Gallegos es Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC). Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
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