Los hechos: a diferencia de la negociación del TLCAN original cuando los negociadores mexicanos metieron un número importante de “goles” a sus contrapartes estadunidenses, la negociación del T-MEC en 2018 se caracterizó por los “goles” que permitió, de último momento, el hoy subsecretario de América del Norte en representación del entonces Presidente electo López Obrador. Una goliza envalentona, y el T-MEC se reabrió para extraer aún más concesiones en una negociación por demás opaca.
El contrapunto al discurso de la Cancillería – que como bien señala hoy Ricardo Ramírez en su columna no tiene atribuciones para realizar negociaciones comerciales – aparece en boca del poderoso comité de Ways and Means de la Cámara de Representante que detalla el apretón adicional de tuercas dirigido a México que aceptó nuestro país.
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Las implicaciones: La realidad es que la premura por cerrar esta negociación exclusivamente beneficia al Congreso de Estados Unidos que necesita aprobar el T-MEC y los artículos de impeachment en la Cámara de Representantes antes de terminar el año.
Resta una pregunta más interesante: ¿cuál es el interés de la Casa Blanca en entregar una victoria a los Demócratas en la Cámara de Representantes? La respuesta es sencilla, acelerar la aprobación de los artículos de impeachment que morirían en el Senado mucho antes de que empiece el proceso electoral.
Desafortunadamente para nosotros, en este tema México se limitó a ser un eficaz daño colateral.
Nota del editor: Marco A. Morales es Investigador Afiliado al Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM). Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.
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