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Una oportunidad única para las empresas con visión

El costo de oportunidad que puede representar dejar de participar en la carrera tecnológica contra el cambio climático es muy alto, opina Tomislav Lendo.
sáb 14 diciembre 2019 05:00 PM

(Expansión) – Este año, más que ningún otro en la historia, nos ha mostrado con evidencias irrefutables los graves impactos que el calentamiento global está teniendo en el sistema climático y en la vida del planeta: incendios devastadores, huracanes, inundaciones y la amenaza a la supervivencia de numerosas especies de plantas y animales en todo el planeta.

La salud humana también se ha visto severamente comprometida por el avance de enfermedades y pandemias, asociadas al clima. Los cambios climáticos expulsan a numerosas poblaciones de sus lugares de origen, convirtiéndose en otra importante fuente de migración, entre muchos otros efectos sociodemográficos que ya están a la vista.

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Coincidentemente, 2020 marcará el primer lustro desde los acuerdos de París. Justamente será el año en que los países están llamados a revisar las metas establecidas en aquella cumbre y plantearse objetivos aún más ambiciosos. Es claro que el tiempo para detener la crisis climática y evitar alcanzar el umbral de los dos grados centígrados se agota.

Justamente el objetivo de la COP25 de Madrid es preparar el terreno para ese momento. Hasta ahora las negociaciones entre países han enfrentado numerosas dificultades. La ventaja de las contribuciones determinadas nacionalmente (CDN) es que facilita que las naciones se sumen y aporten, la desventaja es que no alcanzan a ser lo suficientemente ambiciosas como para atender el nivel de urgencia en el que está el planeta.

Como establece el más reciente informe de Naciones Unidas sobre la disparidad en las emisiones 2019, “Es imprescindible que se refuercen las CDN de forma drástica en 2020. Los países han de triplicar la envergadura de sus CDN si quieren mantenerse por debajo de los 2º C; para alcanzar el objetivo de 1.5º C, las contribuciones tendrán que ser cinco veces más ambiciosas.”

La renuencia del presidente Trump a que Estados Unidos, uno de los dos mayores emisores de Gases de Efecto Invernadero (GEI), se sume decididamente al acuerdo y eleve sus metas, nos deja con un panorama aún más retador. Sin embargo, las últimas décadas de negociación climática nos han enseñado que no podemos estar cruzados de brazos, esperando a ver qué pueden negociar los gobiernos nacionales.

El cambio climático es un asunto que compete a todos. Así lo muestra la iniciativa de organizaciones civiles, gobiernos subnacionales, especialmente ciudades, y, sobre todo, empresas estableciendo sus propios compromisos en materia de reducción de emisiones.

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La COP 25 de Madrid no será la excepción. Viene precedida de una serie de anuncios relevantes por parte de algunas de las empresas más influyentes del planeta. En julio de este año, Carghill anunció su objetivo de reducir en un 30% las emisiones de GEI que generan sus operaciones de carne de res en Norteamérica para el 2030. El gigante acerero Arcelor Mittal se ha planteado reducir significativamente las emisiones de CO2 para 2050 y, en ese año alcanzar la neutralidad de carbono en sus operaciones en Europa.

En el sector automotor, para el 2022, Daimler se ha planteado lanzar 10 vehículos totalmente eléctricos. Mercedes Benz proyecta contar con una opción electrificada de cada una de sus series. Por su parte, Sony se ha propuesto reducir a cero su huella ambiental para 2050, y con es fin está trabajando en varios frentes como materias primas, energía, emisiones atmosféricas, efluentes y desechos. Asimismo habrá de aplicar a sus proveedores evaluaciones de agua, biodiversidad y medioambientales.

La coreana Shinhan Investment ha reunido un fondo con otras grandes instituciones financieras de ese país para apoyar a empresas que desarrollen proyectos de generación de energía solar y otros proyectos ecológicos en Corea.

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De la misma manera, entre 2020 y 2023, la fundación sueca IKEA destinará 300 millones de euros en programas relacionados con el clima. El gigante británico Unilever planea convertirse para el 2030 en carbono positivo. Esto es que el 100% de la energía que use provendrá de fuentes renovables y respaldará la generación de más energía renovable de la que consumen.

En tanto que su competidor suizo Nestlé planea reducir las emisiones de GEI asociadas con la producción y distribución de alimentos y bebidas, mejorando la eficiencia energética, utilizando combustibles más limpios e invirtiendo en fuentes renovables. La estadounidense Levi Strauss, también ha asumido metas muy ambiciosas para 2025 como son que el 100% de la energía que use en sus instalaciones provenga de fuentes renovables; redcuri en 90% las emisiones de GEI en todas las instalaciones propias y operadas; y disminuir en 40% de las emisiones de GEI en la cadena de suministro.

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Desde el sector agropecuario, hasta las cadenas de producción y de distribución de toda clase de productos, pasando por las financieras, los empresarios se han sumado a la ola de la lucha contra el cambio climático.

Es claro que la economía en su conjunto tendrá que moverse en esa dirección. De ello depende la supervivencia de muchas empresas y, concomitantemente, la exigencia de la opinión pública por opciones menos contaminantes va en aumento.

Afortunadamente, al tiempo que se presenta esta emergencia, ven la luz desarrollos tecnológicos que hacen más rentable las opciones amigables con el medio ambiente, incluso por encima de las opciones tradicionales. Se han abatido dramáticamente los precios de la generación fotovoltaica y también los de las fuentes eólicas.

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Con el desarrollo en el ámbito de las baterías y otras tecnologías se avanza considerablemente en el cuello de botella que representaba el almacenamiento de energía. Aunque esos son los ámbitos más evidentes de reducción de costos, no son los únicos campos rentables para las empresas. El uso del suelo tanto agrícola y pecuario, como forestal; y la renovación de la infraestructura urbana y de transporte representan importantes nichos de negocio.

Si en el caso de México, como en el de Estados Unidos, el gobierno nacional no asume el liderazgo en materia climática -baste observar la regresión en términos de incentivos para la generación de energías limpias y el proyecto de construcción de una nueva refinería en Tabasco- alguien más debe hacerlo.

El costo de oportunidad que puede representar dejar de participar en la carrera tecnológica contra el cambio climático es muy alto. Por una parte la exigencia de renovación de la planta productiva y logística pone a todos los jugadores en circunstancias similares, como no se había visto en los últimos dos siglos. Por la otra, la tendencia es irreversible el mundo no va a volver al desarrollo basado en generación de emisiones y depredación de recursos. El planeta no lo resiste ya. Por eso, hoy México está ante una oportunidad única que no podemos dejar escapar.

Nota del editor: Tomislav Lendo es Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Essex, Inglaterra. Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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