La espiral del silencio parte del supuesto de que la mayor parte de las personas tienen miedo al aislamiento por lo que antes antes de manifestar sus opiniones tratan de identificar las ideas para luego sumarse a la opinión mayoritaria o consensuada. En palabras de la autora: “Es un proceso en espiral que incita a otros individuos a percibir los cambios de opinión y a seguirlos hasta que una opinión se establece como la actitud prevaleciente, mientras que la otra opinión la aportarán y rechazarán todos, a excepción de los duros de espíritu, que todavía persisten en esa opinión. He propuesto el término espiral del silencio para describir este mecanismo psicológico.”
Para ella, las corrientes de opinión dominantes generan una atracción e incrementan su fuerza por el sentimiento de protección que brinda el estar con una mayoría. Según esto, el individuo, para ser aceptado, tiende a no expresar en público sus opiniones si éstas chocan contra las ideas percibidas como mayoritarias. Es decir, el miedo al aislamiento produce la adhesión pública a aquellas posturas que más presencia tienen en los medios y, por ende, en el espacio público. Con base en esta espiral, para la autora la opinión pública es “la opinión dominante que impone una postura y una conducta de sumisión, a la vez que amenaza con aislamiento al individuo rebelde y, al político, con una pérdida del apoyo popular”. Ante este criterio no es raro que sólo un reducido número de personas logre conformar una opinión pública sobre un tema particular.
Cuando fue expuesta por primera vez en 1977, esta teoría se aplicaba a la televisión por ser el medio de comunicación masivo y de influencia por excelencia; era el conducto por el que se informaban millones de personas al mismo tiempo. Eran años en que, por ejemplo en México, la opinión pública era conformada por el principal noticiario televisivo y no era raro escuchar en conversaciones en la calle algo así como “ya lo dijo Zabludovsky”, en referencia a su conductor.
En la actualidad el desarrollo del Internet y de las redes sociales ha dado a los ciudadanos medios para expresar masivamente sus ideas, y a determinados actores públicos la posibilidad de generar una repetición de información que cree una espiral en la que las voces individuales contrarias a una tendencia masiva tiendan a guardar silencio, utilizando para ello robots o cuentas falsas creando la idea de que se ha formado una opinión pública.
Por otra parte continuamente se generan encuestas y sondeos de opinión, por ejemplo, sobre la popularidad del presidente y la aceptación o rechazo a sus políticas y decisiones, que son dadas a conocer a través de las redes sociales. En la elaboración de estas encuestas intervienen temas técnicos como: tamaño de la muestra, representatividad de la población, la desviación estándar, etc.
Las preguntas entonces son: ¿Los resultados de esas encuestas influyen en las tendencias? ¿Son correctamente interpretadas por quienes responden a ellas en las redes sociales? ¿Forman opinión? Si una encuesta es la suma de varias opiniones sobre un tema: ¿De qué tamaño tendría que ser el universo de opiniones para que sea considerada “pública”?
Lee: ¿Se vale que te despidan por comentarios en tus redes sociales? El caso Interjet