Para ser claros, todo lo que subimos a una plataforma digital, manda mensajes sobre el tipo de persona que somos, por lo que ser despreocupados respecto de los memes compartidos o utilizar cuentas como foro para desahogar emociones negativas, seguramente traerá consecuencias adversas para tu reputación profesional.
Las redes sociales han vuelto muy estrecha la línea divisoria entre lo público y lo privado; negar esta dura realidad puede ser riesgoso para alcanzar nuestros objetivos profesionales.
Es sabido que, actualmente, un número significativo de empresas revisan las redes sociales de sus prospectos antes de contratarlos. Por tanto, es posible (y en efecto sucede) que una organización decida prescindir de los servicios de un candidato con excelentes credenciales, debido a su mala imagen en el terreno de las redes socio-digitales. ¿Cuántas puertas pueden cerrarse para alguien que no usa las herramientas tecnológicas de manera responsable?
Quien aspire a desarrollar una carrera profesional significativa, o bien, ya se encuentre en una posición de liderazgo, no debe permitirse parecer incongruente con su imagen de compromiso y confiabilidad, al publicar contenidos que cuestionen dichas cualidades en Internet o redes sociales.
Esto es más común de lo que imaginamos, quizá porque no somos conscientes del potencial daño de nuestras acciones en el plano virtual. Aquí es preciso aclarar que, las plataformas digitales son parte del mundo real, pues inciden contundentemente en él: lo que pasa en las redes sociales, no se queda en las redes sociales.
Claro está, si se emplean con acierto, estas herramientas digitales pueden ser de gran provecho para la construcción de una reputación profesional positiva. Nuevamente, la congruencia será la clave para crear una imagen de valor que abone a la percepción en torno a nuestra persona, como sujetos eficientes, íntegros y dignos de confianza.