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Covid-19 en la economía mexicana: cuando siempre hay posibilidad de caer más

La crisis económica que se acerca enfrentará retos estructurales que exigen nuevas estrategias de desarrollo y bienestar, opina Juan Alberto González Piñón.
lun 30 marzo 2020 11:55 PM

(Expansión) – La profundización de la crisis sanitaria, producto de la pandemia Covid-19, combinada con la falta de una política industrial consistente que atienda tanto al fortalecimiento del sector productivo como a los intereses de las clases populares, limita las posibilidades de acción del gobierno.

A ello habría que sumar la limitada capacidad que tendrá la política fiscal para hacer frente a los desequilibrios causados por los movimientos crecientes del tipo de cambio, así como a los precios del petróleo y las caídas en la Bolsa de Valores.

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La OCDE prevé que la caída en el Producto Interno Bruto (PIB) de México será de 29.96%, sólo superado por Japón con 30.5% y Grecia con 34.35%.

En esta realidad se deben implementar medidas inmediatas para evitar la disminución drástica de la inversión y el empleo; un ejemplo de ello puede ser:

1.- Flexibilizar las restricciones presupuestales, tanto en la capacidad para generar ingresos públicos como en las consecuentes reducciones al gasto. Es decir, liberación de recursos que impulsen la reactivación de la economía.

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2.- Estímulos fiscales para fortalecer la Inversión en Infraestructura por parte el sector privado.

3.- Ante el desplome de la producción manufacturera se podría estructurar un programa especial para la deducción inmediata de las inversiones que las empresas de este sector realicen durante el ejercicio de 2020.

4.- Para contrarrestar el cierre temporal de comercios y la consecuente caída marginal del consumo privado, será necesario impactar positivamente con una política de pleno empleo que permita impulsar la recuperación del ingreso y la adecuada distribución de los bienes y servicios que la sociedad demanda para su bienestar.

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5.- Implementar medidas en conjunto con la banca comercial para posponer pagos de créditos hasta el final de la crisis y ampliar la disponibilidad de créditos de consumo y de capital de trabajo.

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6.- Promover empleos formales de mejor calidad por el lado de la demanda, se necesitan más incentivos en el sector formal para beneficiarse de la relativa facilidad con que se puede transitar de la informalidad a la formalidad.

7.- Elevar los niveles de sofisticación de productos y servicios, a través de la incorporación de tecnologías desarrolladas por las universidades y centros de investigación, con el fin de crear una estructura exportadora que genere encadenamientos con el resto de la economía doméstica, y que presenten fuertes barreras de entrada para otros agentes económicos.

8.- Aumentar y mejorar el gasto en componentes sociales, incluidas la salud y la educación.

9. Es momento de impulsar la inversión en investigación y desarrollo, y otras políticas de innovación para reforzar la competitividad.

El gobierno debe estar dispuesto a implementar políticas contracíclicas reales con proyectos de expansión del gasto público.

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La pobreza tiene una estrecha relación con el ciclo económico, en consecuencia, la desaceleración económica implicará que los niveles de pobreza y pobreza extrema se incrementen y es probable que el número de personas que viven debajo de la línea de pobreza y pobreza extrema aumente.

El mundo vive un periodo de grandes transformaciones. La crisis económica, que se acerca enfrentará retos estructurales que exigen nuevas estrategias de desarrollo y bienestar.

Esta crisis nos hace recordar al historiador R.H. Tawney, Equality, un ardiente socialista que, entre los años 1920 y 1930, criticó fuertemente el sistema económico imperante y de quien ahora les comparto estas líneas, que parece recordarnos que estas crisis son y seguirán siendo parte de nuestra realidad:

“Hasta que no se descubre que los altos ingresos individuales no bastan para inmunizar al conjunto de la humanidad del cólera (…) la sociedad no comienza (…) a tomar medidas colectivas para proveer aquellas necesidades que ningún individuo común, aunque trabajase extraordinariamente durante toda su vida, podría satisfacer por sí solo”.

Nota del editor: Juan Alberto González Piñón es director de Spark UP y académico de la Facultad de Empresariales de la Universidad Panamericana. Las opiniones expresadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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