Cada calificadora tiene su propia metodología; no obstante, en general todas evalúan factores de riqueza nacional, de flexibilidad fiscal y desempeño de su deuda, de las cuentas externas, de su sistema monetario, así como una evaluación del marco político e institucional.
A cada uno de estos factores se le asigna una calificación numérica con base en su desempeño histórico y sus expectativas para los próximos años y posteriormente se mapea en una letra, como el sistema educativo americano o el francés.
En este contexto, la mayoría de las agencias mantiene la calificación soberana de México en BBB. Este nivel de calificación implica que, con base en el análisis de los factores mencionados, México presenta un moderado riesgo crediticio, con debilidad en la capacidad de pagos ante cambios económicos adversos. Adicionalmente, HR Ratings, S&P y Moody’s asignaron una perspectiva negativa, lo que implica que pueden realizar un recorte a la calificación de la deuda soberana de México durante los próximos 12 o 24 meses de haber asignado la perspectiva.
Los recientes recortes en la calificación y la asignación de la perspectiva negativa se traducen en un incremento en la percepción de riesgo por parte de los inversionistas interesados en adquirir deuda de México. Al percibir un mayor riesgo, los inversionistas solicitarán una prima más elevada en la tasa de interés que cobrarán, en pocas palabras, México tendrá que pagar más intereses durante los próximos años por la deuda emitida hoy.
Por un lado, el costo de oportunidad de los mayores intereses son menores recursos destinados para gastar y, considerando la tendencia del gobierno actual y su restricción presupuestal, esto probablemente se traduciría en recortes en el gasto en inversión, lo que limitaría la capacidad productiva del país en el corto y mediano plazo.