De acuerdo con el reciente estudio de PWC, la Encuesta global sobre delitos y fraudes económicos mundiales 2020, el 47% de las empresas consultadas manifestaron que han padecido de uno o varios actos ilícitos, siendo los cuatro más comunes los relacionados a seguridad cibernética, malversación de activos y, por último, pero no menos importantes, los de sobornos y corrupción.
Aunque se manifestó que varios de los ilícitos provinieron directamente de sus clientes, algunos de éstos también tuvieron como autores a alguien interno, o en muchos casos, en colusión. En el caso de los hechos cometidos por colaboradores de la empresa, que, de acuerdo con el estudio, son casi la mitad de los incidentes reportados y que resultaron en pérdidas de hasta 100 millones de dólares, son generalmente los más difíciles de predecir y controlar y pueden llevar a pérdidas de negocios, daños a la marca y reputación, multas, entre otros.
En lo que a honestidad e integridad respecta al interior de las organizaciones, la supervisión y monitoreo del capital humano, en sus tendencias de comportamiento, en su relacionamiento con el interior de la empresa y además de un constante análisis de riesgos, debe de ser parte de una estrategia integral para mitigar el riesgo de actos de fraude, que, por ejemplo, en el caso de las PyMEs, un 65% no se recupera de éstos y que pueden llevarlos hasta el cierre de sus operaciones.
Es un momento para que las organizaciones consideren la realización de pruebas periódicas a los colaboradores a través de inteligencia laboral con el fin de tener monitoreados y vigentes sus perfiles y que se garantice su integridad y honestidad, valores organizacionales que constituyen la base para que cualquier empresa sea eficaz y con una sólida reputación.
La ética profesional del capital humano es parte fundamental de la excelencia que alcancen las organizaciones, además de que representa un beneficio en la calidad de los servicios que ofrecen al impactar en la disminución o eliminación de actos de deshonestidad en la empresa.