Convertir todo en cenizas, así es como este crematorio trabaja a tope en CDMX
De momento, la dinámica de la pandemia está acelerando un enfoque de negocio que aún era incipiente en México: la telemedicina. Se dice que esta emergencia adelantó el cambio de negocios digitales previstos para los próximos 10 años, lo que obliga a regular la materia considerando que no es legal dar una consulta a través de la telemedicina y solo se aplica como acompañamiento a la consulta tradicional.
Además, el temor por estar en lugares concurridos inhibirá las visitas a hospitales y los usuarios preferirán acudir a pequeñas clínicas. Algunas consultoras trazan estrategias para clientes que pretenden crear redes de clínicas de primer contacto. Jugadores de buen tamaño y pequeñas farmacias trabajan para sacarle jugo a un negocio garantizado por su bajo precio, la creciente demanda y la asistencia que podría ofrecerle al sistema público para desahogar el caos que priva en sus hospitales.
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Pero hay algo mucho más trascendente: es tiempo, ya, de promover la Economía de la Salud que se traduce en mejores políticas públicas para reforzar la prevención, pero sobre todo genera una cultura en pro de una sociedad más sana, que consecuentemente beneficiaría a nuestra economía.
El círculo virtuoso es tan sencillo como lo siguiente: al generar ambientes mucho más saludables se promueven estilos de vida sanos en la sociedad, hay una mejora en la calidad de vida y más talento con capacidad de trabajar, lo que dispara la productividad que a su vez genera más inversiones, empleos y consumo. Después, las empresas reinvierten, pagan más impuestos y así hay un impacto en la salud de las personas y en el desarrollo económico que, juntos, representarían un mejoramiento real en el nivel de bienestar del país.
Para algunas mentes escépticas, este comentario es romántico y naif, pero vendrán otras emergencias y es entonces que, si queremos reducir nuestros lamentos, debemos aprender de esta pesadilla. La inversión en salud es de largo plazo, generacional, y por eso no es popular. Pero se tiene que hacer. Por el bien de todos.
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Las cuarentenas son milenarias. Las primeras manifestaciones de aislamiento se mencionan desde el Antiguo Testamento. A lo largo de la vida ha sido necesario romper los andamios sociales para evitar la propagación de un virus. Sin embargo, el COVID-19 nos puede llevar a escenarios insospechados.