A pesar de ser una entidad con buenos índices de crecimiento económico, es evidente que Quintana Roo necesita mejorar su infraestructura turística e incrementar sus obras de comunicaciones, para recibir como solía hacerlo, a miles de visitantes de todo el mundo; pero hoy, la realidad es que esa infraestructura no la tiene, y el tren podría ser el paliativo que tanto espera.
La polémica y la división de opiniones, en este y otros temas, resulta necesaria, incluso saludable, pero considero que estamos perdiendo de vista el foco principal: el Tren Maya va, sin importar lo que se opine, o si se esté a favor o en contra.
Seamos objetivos, analicemos las áreas de oportunidad; los ‘contras’ en realidad creo que son una invitación a la participación ciudadana, no solo para los quintanarroenses (tomando en cuenta que será el estado con mayor número de paradas), sino también para los demás estados involucrados. Y no me refiero a consultas ciudadanas, sino a una minucioso escrutinio de las formas.
Veámoslo de esta forma: observar al tren bajo una óptica estrictamente negativa, atenta contra el progreso. La ciudadanía debe aprovechar la oportunidad de vigilar el proceso de construcción de esta magna obra, a través de un frente común que, con la debida coordinación con las autoridades, se convierta en el revulsivo que tanta falta hace al turismo de Quintana Roo, que potencialice la derrama económica y el crecimiento de la entidad.
Dicho lo anterior, pongo sobre la mesa y a título personal, los siguientes puntos a considerar del tren:
Fortalezas
1.- Generación de empleos. Directos e indirectos.
2.- Conectividad de la península.
3- Rescate y promoción de zonas arqueólogas. Detonación de su potencial turístico (si se construyen instalaciones adecuadas, amigables y ecológicas, evitará impacto negativo en lo social y ambiental)
4.- Costo de transporte más accesible que el aéreo.
5.- Diversificación y aumento de la oferta turística.
6.- Incremento de la competitividad