Sin duda es indignante ver a políticos que se hacen ricos comprando medicamentos de menor calidad, incluso dando suero en lugar del medicamento. Nos lastima como sociedad ver que llenan maletines de dinero a cambio del voto por una ley, bolsas para solventar campañas políticas. Dinero a policías o jueces para que presuntos culpables salgan libres.
Da igual si lo llamamos cooperaciones, estímulos, aceitar la maquinaria o mordidas, las palabras o los montos no cambian la realidad, es corrupción pura y dura, pero no, el fin jamás justificará los medios porque estos actos nos hieren como sociedad, además vulneran el Estado de Derecho, independientemente si comulgamos con las causas o no.
Independientemente de estos hechos que han llenado los titulares en las últimas semanas, existen actos de corrupción que a veces pareciera que tenemos normalizados y justificados.
Desde el que le vende jeringas al gobierno a sobreprecio, hasta el que contrata a un plomero para que modifique su medidor del gas, pasando por el que se cuelga del diablito, usa el internet del vecino sin permiso o le da una lana al poli porque lo pararon. Todas estas acciones son igual de dañinas que las de los políticos con sumas millonarias.
Siempre es más fácil señalar a los otros que ser honestos sobre lo que hacemos y el daño que generamos con nuestras conductas, porque probablemente de manera individual no podemos evitar esos grandes actos de corrupción, pero sí recaen en cada uno esos pequeños actos que eventualmente permiten que se lleven a cabo los grandes.
¿Tú das mordida cuando te para un policía? O ¿asumes tu error y decides pagar la multa, ir al corralón o la consecuencia correspondiente a la infracción que cometiste? Respóndete con sinceridad.