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Inversión de impacto en Latinoamérica: bien, pero lejos del boom

Así como la pandemia fortalece la revolución digital, puede hacer lo propio por una revolución en la inversión y para poner al día al capitalismo, señala Rodrigo Villar.
mar 29 septiembre 2020 07:03 PM

(Expansión) – Hace unos días salió el reporte La inversión de impacto en América Latina. Tendencias 2018-2019 de la Red Aspen de Emprendedores para el Desarrollo (ANDE), muy útil como radiografía del sector. Trae buenas noticias: 83 inversionistas que canalizaron más de 600 millones de dólares a 619 proyectos y un ecosistema cuyo desarrollo avanza a paso firme.

Sin embargo, al ponerla en contexto, confirmo que seguimos quedando muy cortos ante el enorme potencial de la región para movilizar volúmenes mucho mayores de capital y multiplicar causas, proyectos y dividendos financieros y sociales. Más aún, muy lejos del boom que se vive en otras regiones.

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El COVID-19, en vez de frenar el crecimiento de las inversiones de impacto y ESG, que se disparó el año pasado, lo ha acelerado. Quisiera ver algo equivalente en nuestros países, porque es claro que la región tiene lo necesario para aspirar a su propio parteaguas y también que estamos ante un momento decisivo para propiciarlo, precisamente porque la pandemia ha acrecentado la conciencia y el interés de inversionistas de todo el mundo. ¿No deberíamos movernos más rápido?

Para poner en perspectiva, la muestra de inversionistas en nuestra región maneja activos por 3,700 millones de dólares, mientras que, en lo que va del año, sólo en Estados Unidos se han desplegado más de 19,000 millones de dólares a instrumentos ETF con este perfil, cuando en el 2019 se captaron 8,000 millones.

El mercado global de inversión de impacto ya pasa de 715,000 millones de dólares, como recuerda el informe de ANDE, una de las instituciones más comprometidas con su promoción en nuestra región, algo que me consta porque tuve la oportunidad de ser parte de su consejo durante seis años. En suma, vamos lento. América Latina puede más. Necesita más. Tenemos que hacer mucho más.

Lo que están haciendo inversionistas de impacto como los encuestados es un gran ejemplo, pero necesitamos muchos más. Hay que convencer al sector financiero convencional de que se involucre a fondo, como ocurre en otros países, que han incorporado a la inversión de impacto más allá de lo prospectivo y las relaciones públicas: como sección prioritaria en las estrategias, las estructuras institucionales y los mismos modelos de negocio. Tenemos que acercarnos más a ONGs y gobiernos, nacionales y subnacionales, para que conozcan mejor el concepto y las sinergias que podemos echar a andar.

En sentido alentador, el reporte da cuenta que la mitad de los inversionistas del estudio espera retornos financieros de mercado y crece la proporción de inversionistas locales. Empiezan a superarse escollos como las dificultades para las desinversiones, que se han vuelto relativamente comunes. Asimismo, la medición técnica del impacto social y ambiental se generaliza como práctica, a través de la adopción de sistemas como IRIS+ y la alineación a los Objetivos de Desarrollo Sustentable.

En cambio, sigue siendo incipiente el uso de vehículos de inversión híbridos, como las distintas figuras de cuasi capital. Pocos usan estructuras alternativas como los fondos evergreen, que expanden la flexibilidad y la innovación. Aunque hay más transacciones para financiar proyectos de pequeña escala, el fondeo a empresas en etapas tempranas de desarrollo es todavía escaso y el capital se concentra en pocos sectores, como agricultura y microfinanzas.

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Sobre todo, la brecha de potencial es formidable. Urgen inversiones y proyectos en causas tan claramente urgentes y de amplia proyección como educación, agua, energía e incluso biodiversidad. ¡Cuatro de los primeros cinco países megadiversos son latinoamericanos y hasta ahora empiezan a verse inversiones a la altura!

Ante la mayor recesión mundial en casi 100 años, que en América Latina será particularmente dura, es natural que las condiciones macroeconómicas y la disponibilidad de capital sean los dos mayores retos de corto plazo para los inversionistas encuestados. Eso puede significar presupuestos reducidos y más discriminación en función de riesgos financieros.

Además, se espera una redirección a proyectos relacionados directamente con la pandemia y el sector salud, en detrimento de causas socioambientales. Pero lo más interesante son los dos puntos de vista sobre cómo encarar la situación.

La mayoría se inclina a la cautela y algunos piensan abstenerse de futuras inversiones y reestructurar en prevención de tasas más elevadas de incumplimiento. Sin embargo, otros han encontrado nuevas oportunidades y creen que veremos a más actores migrando a este sector desde las inversiones tradicionales. Ven estos tiempos difíciles como aceleradores de la conciencia, la innovación social y la inversión de impacto como prioridades globales. Mi posición se ubica de este lado.

La fórmula del impacto ya se ganó un lugar en las carteras de inversión y, como muchos observadores de los mercados, pienso que eso es parte de una tendencia más amplia en la cual se inscriben llamados como el Great Reset del Foro Económico Mundial o el de la Canciller Angela Merkel de que la recuperación económica europea necesariamente debe ligarse al compromiso con el green new deal.

Con la disrupción del COVID-19 se presenta una coyuntura decisiva. Así como la pandemia fortalece la revolución digital, puede hacer lo propio por una revolución en la inversión y para poner al día al capitalismo con los grandes desafíos de la humanidad.

En América Latina deberíamos ponernos las pilas. Dejar al margen las estériles discusiones ideológicas y políticas sobre nuestros problemas y oportunidades, para concentrarnos en soluciones e inversiones viables y a la mano. El reporte Tendencias 2018-2019 de ANDE puede ser muy útil en esta tarea, con más pragmatismo, que tanta falta hace en América Latina y en particular, hoy, en México. Avanzar está bien, pero no es suficiente.

Nota del editor: Rodrigo Villar es un emprendedor social y Socio Fundador de New Ventures, donde busca transformar la manera tradicional de hacer negocios y crear un nuevo modelo empresarial que perciba el impacto como status quo. Cuenta con un MBA del Royal Melbourne Institute of Technology y estudió la carrera de Contabilidad y Administración Financiera por el Tecnológico de Monterrey. Síguelo en Twitter y/o en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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