Si hablamos de cifras podemos mencionar que el impacto conjunto de la agricultura, la ganadería, la pesca, la silvicultura y el cambio de uso de suelo, causan el 24% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. El escenario es más alarmante en América Latina y el Caribe, donde, según datos de la CEPAL, la contribución de la región es 1.5 veces superior, llegando al 42%. De continuar así, esto podría significar el aumento de la temperatura, empeorando las condiciones meteorológicas que dificultarían el trabajo de los agricultores.
Por tanto, la pregunta fundamental que debemos hacernos como sociedad es: ¿qué podemos hacer para crear modelos de producción más amigables con el ambiente? Sin lugar a duda, el sector necesita producir más y aumentar la rentabilidad de los cultivos, para lograr la seguridad alimentaria, pero no lo puede hacer a costa de nuestro planeta.
Como líder de una compañía comprometida con la agricultura sostenible, me parece esencial que, en unión con todos los involucrados en el campo (cadena de valor, gobierno, productores, compañías) apostemos por un mayor conocimiento técnico, pruebas experimentales y el acercamiento a nuevas tecnologías, para poder equilibrar la balanza y poder producir de manera responsable. ¡Y existe una mejor forma de hacer las cosas!
Es alentador observar que hoy millones de ciudadanos, agricultores, empresas socialmente responsables y organismos internacionales, entre otros, son más conscientes y entienden la gravedad del problema y están dispuestos a aplicar los cambios que sean necesarios para revertir la situación.
Es decir, no se trata de detener una actividad primaria, sino de crear sinergias y concientización entre todos, y también de hacer evolucionar la agricultura a través de tecnologías más eficientes. Los fertilizantes, por ejemplo, fueron una gran innovación y respuesta a mediados del siglo XX para incrementar de forma significativa la producción de alimentos, utilizando la misma superficie de tierra cultivable.
Pero como el significado de transformación lo refiere, no podemos quedarnos solamente con métodos o insumos convencionales y tradicionales utilizados desde el siglo pasado (como la urea), sino impulsar una constante evolución tecnológica, porque el suelo modifica su composición, las condiciones climatológicas cambian, y, por ende, los cultivos requieren mejores nutrientes que les permitan resistir ante tales adversidades.