A comienzos de año, la siempre esperada carta anual de Larry Fink, CEO de BlackRock, la mayor administradora de capital en el mundo (más de 7 millones de millones de dólares) causó revuelo por un compromiso con la inversión sustentable que difícilmente puede ser tachado de simple retórica o greenwashing: el anuncio de que el factor ambiental será central en su política de evaluación de riesgos y composición de portafolios, lo que en principio supondría salir de posiciones con alta huella de carbono.
En ese contexto, no puede sorprender que, por los mismos días, un sondeo de Morgan Stanley mostrara que 85% de los inversionistas en Estados Unidos está interesado en la inversión sustentable, y 95% en el caso de los millennials. Tampoco la multiplicación de apps de inversión para confeccionar carteras temáticas a la medida en función de causas, lo mismo energías renovables que inclusión de género. Una dinámica donde empatan el desarrollo fintech y la preferencia de las nuevas generaciones por la inversión de impacto (no sólo métricas de responsabilidad como las ESG, sino de contribución proactiva en objetivos sociales y ambientales).
Si a todo eso se añade que el retorno financiero del sector le pisa los talones al tradicional, y por momentos lo supera, me parece claro que la ola apenas empieza a levantarse. Por lo pronto, en los últimos cinco años, el índice S&P ESG tuvo un desempeño de 7.33% promedio vs 6.73% del S&P 500.
En este punto hay que asentar que la marea no sólo sube en Estados Unidos. En Europa, el sector alcanzó un récord aún más espectacular en 2019: 50 nuevos fondos, para llegar a 668,000 millones de euros en activos, más del doble que en 2018. En nuestra región vamos más lento, pero hay movimiento. En México, la Bolsa Institucional de Valores lanzó en enero el índice sustentable FTSE4Good BIVA y la Bolsa Mexicana de Valores, en junio, su S&P/BMV Total México ESG.
Y si esas corrientes de cambio empujaban fuerte antes de la pandemia, ahora, lejos de amainar, se aceleran. El COVID-19 podría ser el punto de inflexión, por necesidad y por convencimiento, porque sus dolorosas lecciones pueden agilizar un cambio de mentalidad que ya estaba en fermento.
Como ha resaltado Julio Frenk, ex Secretario de Salud en México, desde fines del siglo XX se había alertado del aumento del riesgo de catástrofes globales por pandemias, sin que se tomará en serio ni a la ciencia, ni al llamado de los especialistas a invertir en los sistemas de prevención y capacidad de respuesta. Bill Gates lo advirtió desde 2005. Con el cambio climático tiene que ser diferente.