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Economía social o cómo ser resilientes en comunidad

A largo plazo, empleos e industrias de cero emisiones de carbono se pueden ver favorecidas a través de una economía social, plantea Rodrigo Osorio Díaz.
lun 12 octubre 2020 11:57 PM

(Expansión) – Las tragedias suelen ser fuente de resiliencia, pero corren el riesgo de sobrevivirse sin comprenderse. Hoy por hoy, las consecuencias de la pandemia nos exigen ser resilientes y organizarnos de una manera diferente para garantizar un bienestar inclusivo y sustentable.

Adoptar un enfoque comunitario puede ayudarnos a ser más resilientes frente a adversidades como el COVID-19. Además, con miras a generar riqueza, y no sólo rentabilidad, conviene replantearnos ideas como la economía social y solidaria con el fin de priorizar impactos sociales a partir de una gobernanza cooperativa, democrática y transparente.

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¿Cómo surge la economía social y solidaria? Si bien las organizaciones cooperativas han estado presentes durante la historia de la humanidad, la economía social se reconoce por primera vez en 2011 en España. En el caso de México, la promulgación de la Ley de Economía Social y Solidaria en 2012 estableció las bases para facilitar el desarrollo de los sectores vulnerables con un enfoque sustentable.

Hoy en día, organismos internacionales, como la ONU y la OCDE, reconocen que la economía social debe atender necesidades sociales y ambientales; establecer organizaciones con raíces locales; y promover mecanismos democráticos en los procesos de cooperación que generen riqueza, entendida como valor social, ambiental y económico.

¿Cómo implementarla en el sector energético? Para organizarse de manera cooperativa y solidaria, la ley mexicana contempla varias figuras jurídicas e incluso las fomenta con ayuda del Instituto Nacional de Economía Social (INAES). Hoy es posible generar valor a partir de la propiedad social en los activos económicos y la autogestión del trabajo en distintos sectores de la economía. Al contar con un marco jurídico que fomenta la economía social, ¿qué opciones tenemos para implementar este modelo?

En el sector energético, la transición hacia el uso de energías renovables implica una descentralización del mercado, en la cual surgirían miles de “prosumidores” (pequeños productores y consumidores de su propia energía). Ello implica una democratización del sistema energético donde las personas serían el centro de una transición justa y consciente.

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Por ejemplo, la Agencia de Energía del Estado de Puebla planea promover que parte de los rendimientos de los proyectos energéticos de gran escala se dirijan a las comunidades que cohabitan el territorio de tales iniciativas. De esta manera, se podrían crear fondos sociales que tengan objetivos claros de desarrollo sustentable, como es el caso de sistemas solares de irrigación y bombeo. Como resultado, se reduciría la pobreza energética, se mitigarían riesgos de inundaciones, y se mejoraría la productividad del campo en un marco de innovación sustentable.

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¿Qué resultados podemos esperar a corto y largo plazo? Las organizaciones de economía social son la base para un modelo económico inclusivo y sustentable que genere valores democráticos. En la Unión Europea existen alrededor de tres millones de cooperativas, las cuales demostraron ser más resilientes que el resto de las empresas después de la crisis financiera global de 2008.

Además, la resistencia a cambios disruptivos es mayor en los grupos vulnerables bajo el modelo de la economía social, lo cual evita que se incremente la desigualdad. Al mismo tiempo, se abre la oportunidad para encauzar una recuperación económica con mejores condiciones. Es decir, no sólo reparar fallas del mercado y del Estado, sino dirigir un desarrollo sustentable y democrático.

A largo plazo, empleos e industrias de cero emisiones de carbono se pueden ver favorecidas a través de una economía social. También se pueden cambiar patrones de consumo que beneficien al medio ambiente y tengan en cuenta condiciones justas de trabajo. La economía social tiene el potencial de revitalizar el desarrollo local a la par de innovar las formas de hacer negocio con base en gobiernos cooperativos, no corporativos.

Poco antes de la Gran Depresión, Keynes se preguntaba ¿cuáles eran las posibilidades económicas para las siguientes generaciones? Como respuesta, él visualizaba un mundo en que las personas alcanzaran un bienestar para satisfacer sus necesidades básicas. Su pronóstico no se cumplió, pero el objetivo es vigente y debemos apostar por alternativas de organización social y económica que tengan como objetivo la generación de riqueza y no la maximización de utilidades.

Nota del editor: Rodrigo Osorio Díaz es titular de la Agencia Estatal de Energía de Puebla. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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