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Contra el futuro, el mundo y la ley, el 2º error de octubre va

Tras décadas en que la riqueza petrolera se disolvió en gasto corriente y corrupción, en vez de corregir y adaptarnos a nuevas condiciones, se subsidia a Pemex y sus pérdidas, opina Rodrigo Villar.
mar 13 octubre 2020 11:59 PM

(Expansión) – La semana pasada comentamos de un segundo error de octubre contra la inversión en México. El primero, en 2018, por la cancelación del proyecto aeroportuario de Texcoco; ahora, con el bloqueo de facto a la transición energética por el sometimiento a las directivas presidenciales por parte de los órganos reguladores, supuestamente autónomos, y diga lo que diga la Constitución sobre su propósito y mandato. Todo indica que el error va.

El mismo día que salió el artículo, la CRE prohibió que las centrales de autoabastecimiento suministren electricidad a nuevos socios. Ipso facto, la Conamer complació con la exención de Análisis de Impacto Regulatorio, a pesar de la solicitud expresa de la Cofece para evaluar las implicaciones, más que previsibles en cuanto a limitación a la competencia y freno a inversiones.

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Ni siquiera hubo pudor en este abandono de los criterios técnicos, estipulados en la legislación correspondiente, a cambio de obediencia política: uno de los comisionados de la CRE incluso manifestó, sin reparos, que daba su voto por instrucciones del Sr. Presidente. Todo esto a unos días de que la Suprema Corte avalara su propuesta de consulta ciudadana, con la patente confusión entre juicio legal y juicio popular, por el procedimiento de cambiar la pregunta y despojarla de sentido. La preocupación por la división de poderes y el Estado democrático de derecho en México es inevitable, y los inversionistas toman nota.

Como sea, esta contrarreforma energética en favor de un concepto de soberanía tan fútil como inviable va porque va. Aunque en el proceso se pierda el grado de inversión para los bonos soberanos.

En este equívoco vamos por un callejón sin salida y los contrastes con el mundo no podrían ser más marcados.

Mientras hasta el Fondo Monetario Internacional le recomienda a Pemex evitar la construcción de la refinería de Dos Bocas, una decisión de inversión tan inoportuna como absurda, comparemos con lo que hace BP, por poner un caso. Recientemente anunció su reconversión para ser una compañía de energía limpia, y señaló a la pandemia como disparador de su nuevo plan de negocio. No son sólo buenos deseos: por ejemplo, acaba de entrar al mercado de energía eólica en altamar, en asociación con la empresa noruega Equinor.

En cambio, en el Proyecto del Presupuesto de Egresos 2021 se informa que la CFE usará más combustóleo en sus termoeléctricas, supuestamente para obtener más ingresos y bajar las tarifas, aunque es bien sabido que el costo de generación por esta vía es muy superior al de las renovables. En el fondo se trata de prolongar artificialmente la vida de centrales obsoletas y un producto residual de Pemex que ya no puede ser comercializado fuera del país por su contenido de azufre.

¿Solución? Que nos lo autovendamos, previo desplazamiento del mercado de la competencia barata y limpia con los oportunos servicios de reguladores de “lealtad ciega”, y respiremos solos toda la contaminación resultante. Genial…

Cuando uno opina que invertir en refinerías es una pésima inversión, pues a estas alturas es claro que la industria automotriz va que vuela de los motores de combustión interna a los eléctricos, los defensores de esa obsesión política y energéticamente fósil, muchos de los cuales paradójicamente se autodefinen como progresistas, replican que los vehículos eléctricos son una especie de sueño de la gente rica y desconectada de la realidad mexicana.

Pero qué hay más desconectado del sentido práctico que aprestarse a cavar más pozos, algunos en aguas ultraprofundas en alta mar, para tratar lo extraído con procesos químicos altamente contaminantes y luego quemarlo, cuando se puede obtener lo mismo con el viento o la luz del sol.

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Las pérdidas de Pemex alcanzan 606,600 millones de pesos en 2020 

No es casual que Tesla proyecte producir 20 millones de automóviles en 10 años, y fundada apenas en 2003, ya haya rebasado por mucho a Toyota en capitalización de mercado. Hay que ver cómo reportan su desempeño. Si entras a su página de Internet, llevan un contador de la venta de sus autos y otro de la suma de las toneladas métricas de CO2 que le ahorran a la atmósfera.

En eso se fijan cada vez más inversionistas. Es la clave del boom del mercado ESG. Y es que el cambio climático no es una quimera: este septiembre fue el más caluroso para el planeta desde que hay registro, según el Programa Copernicus.

Además, Tesla no va solo. Xpeng, uno de sus rivales chinos, en plena pandemia acaba de recaudar mil 500 millones de dólares en una OPI en Estados Unidos, sin que el Partido Comunista de su país muestre ningún reparo por su soberanía.

Algo debería decirnos que hasta Arabia Saudita está desinvirtiendo del petróleo. Mientras Aramco cancela o frena proyectos de refinerías, el reino, con los recursos multimillonarios de su fondo de riqueza soberana, apuesta a megaproyectos como una súper desalinizadora para producir agua dulce con energía solar, ciudades futuristas y complejos turísticos en el Mar Rojo.

En México, al contrario, tras décadas en que la riqueza petrolera se disolvió en gasto corriente y corrupción, en vez de corregir y adaptarnos a las nuevas condiciones, se subsidia a Pemex y sus pérdidas de 150 millones de dólares al día en el primer semestre del año.

En la Unión Europea, donde no se ha construido una refinería en casi medio siglo, se aprovecha la coyuntura del COVID-19 para redoblar el compromiso con su green new deal, con rumbo a las ciudades con redes inteligentes de generación distribuida. Shell, Total o Eni se deshacen de sus refinerías o las reconfiguran para almacenamiento o producción de combustibles renovables como biodiesel.

Con la imparable reducción de costos en la generación solar o eólica, así como de sistemas de almacenamiento, tecnologías como la producción de hidrógeno verde están a punto de ser viables, para cerrar el círculo de la transición energética. Todo eso pasa mientras aquí nos peleamos por la rifa de un avión o consultas con preguntas que parecen trabalenguas. ¿Eso es progresismo?

Nota del editor: Rodrigo Villar es un emprendedor social y Socio Fundador de New Ventures, donde busca transformar la manera tradicional de hacer negocios y crear un nuevo modelo empresarial que perciba el impacto como status quo. Cuenta con un MBA del Royal Melbourne Institute of Technology y estudió la carrera de Contabilidad y Administración Financiera por el Tecnológico de Monterrey. Síguelo en Twitter y/o en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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