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Golpe de timón: hacia inversiones de impacto

Una de las condiciones principales para el éxito de las inversiones de impacto es el monitoreo y evaluación de los beneficios planteados en un inicio, opina Rodrigo Osorio Díaz.
mié 02 diciembre 2020 12:04 AM

(Expansión) – El COVID-19 marca el inicio de una nueva era en muchos sentidos y la forma en que debemos de invertir es uno de ellos. Sin duda, la caída de la inversión en México afectará la economía de las familias, pero el tamaño del problema depende de si tomaremos la decisión de enfocar nuestra recuperación económica hacia una ruta sustentable.

Afortunadamente, hoy ya existe una tendencia de “inversiones de impacto” en las cuales se busca una rentabilidad financiera que genere, al mismo tiempo, beneficios sociales y medioambientales.

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Las inversiones de impacto surgen como solución ante problemas medioambientales y sociales que el gobierno o la filantropía no alcanzan a cubrir. Los asuntos más críticos son el cambio climático y la desigualdad extrema. Por lo tanto, agregar valor desde esta perspectiva, es clave y pudiera traducirse también en la generación de riqueza, en un sentido más amplio.

Inversiones de impacto en México y el mundo

El término inversiones de impacto fue utilizado por primera vez en 2017 por la Fundación Rockefeller. De acuerdo con esta institución, se estima que el tamaño del mercado es de 9 billones de dólares sólo en Estados Unidos. Sin embargo, parecería que este avance llega tarde para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) planteados para 2030: de acuerdo con BlackRock, los países en desarrollo enfrentan un déficit de 2.5 billones de dólares en inversiones necesarias para cumplir con los ODS.

Globalmente, se estima que el total de inversiones alcanza la cifra de 300 billones de dólares. Por lo tanto, una transferencia de tan sólo el 1% de ese monto hacia inversiones de impacto lograría empujar al mundo hacia el cumplimiento de estos objetivos.

En teoría, las inversiones de impacto aceptan menores retornos financieros que opciones tradicionales. Es decir, están dispuestos a sacrificar una parte de sus ganancias con tal de generar un impacto positivo para la sociedad. Sin embargo, en 2020 se identificó que casi 70% de las y los inversionistas buscan tasas de retorno competitivas, de acuerdo con la Red Global de Inversiones de Impacto (GIIN).

Además, 90% confirmó que sus expectativas se cumplieron en cuanto a resultados financieros y casi el 100% vio cumplir los objetivos sociales y ambientales que se perseguían. Por lo tanto, el sacrificio de ganancias no es necesario, se puede lograr generar valor social y ambiental, al mismo tiempo de rentabilidad.

En el caso de México, la Alianza por la Inversión de Impacto en México (AIIMx) estimó en 2017 que existían 108 inversiones de impacto en el país con un valor de 185 millones de dólares. Si bien podríamos identificar inversiones mexicanas con este enfoque desde hace varias décadas, no todas pueden clasificarse como “inversión de impacto” porque carecen de una metodología clara que mida el efecto social o medioambiental.

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Los reportes anecdóticos o con número de beneficiarios generales no son suficientes para cumplir las expectativas de los inversionistas. Por esta razón, hay mucho que se puede hacer todavía en nuestro país para crear y medir inversiones de impacto.

La importancia de evaluar los impactos sociales y medioambientales

Una de las condiciones principales para el éxito de las inversiones de impacto es el monitoreo y evaluación de los beneficios planteados en un inicio. Las inversiones deben tener un compromiso para medir y reportar el desempeño de los proyectos a los cuales se dirigió el capital. Por lo tanto, la transparencia y rendición de cuentas son un factor decisivo para el fortalecimiento de la confianza en este mercado.

Esto cobra más relevancia si se toma en cuenta que el mayor riesgo de inversiones de impacto está relacionado con los modelos de negocio de los proyectos. Es decir, a pesar de un número creciente de inversionistas responsables, existe una creciente preocupación causada por la falta de proyectos profesionalmente estructurados.

La Red Global de Inversiones de Impacto (GIIN) ha identificado que el riesgo asociado a los planes de negocio es mucho mayor que los relacionados con condiciones macroeconómicas.

Perspectivas desde México

El crecimiento global del mercado de las inversiones de impacto se está acelerando, lo cual favorece a que en México cambiemos rápidamente de paradigma e implementemos este tipo de soluciones integrales. Esto implica dos desafíos a corto plazo.

La primera prueba es comunicar efectivamente los impactos sociales y medioambientales positivos que se pueden lograr con este enfoque sin que las rentabilidades se vean afectadas. El segundo reto es contribuir y adoptar metodologías estándares y transparentes para que las inversiones mexicanas se guíen con indicadores de rentabilidad, riesgo e impacto.

Tenemos una situación excepcional: el COVID-19 nos mostró que el mundo puede cambiar de un día para otro. Así también podemos hacerlo nosotras y nosotros al dar un golpe de timón hacia inversiones responsables con la sociedad y el medio ambiente. Apostemos por las inversiones de impacto.

Nota del editor: Rodrigo Osorio Díaz es titular de la Agencia Estatal de Energía de Puebla. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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