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Los enredos provocados por la vacuna

Debemos tener la suficiente sensibilidad para entender un principio bioético: dar el mayor bien a la mayor cantidad de personas, y el menor mal a la menor cantidad, considera Jonathán Torres.
lun 07 diciembre 2020 11:59 PM

(Expansión) – Las vacunas pueden significar la luz al final del túnel. Pero, también, podrían ser la luz del tren que se nos viene encima. La carrera por encontrar las fórmulas que mitiguen los efectos del COVID-19 nos llevará a presenciar una encarnizada guerra biopolítica y nos confrontará con predicamentos bioéticos. En pocas palabras, sacarán lo mejor y lo peor de la humanidad.

Luego de una larga temporada caracterizada por la incertidumbre, el desasosiego, la pesadumbre y los duelos, los recientes anuncios de la inminente llegada de las vacunas abren una nueva etapa frente a la pandemia, en la que no se irán las sensaciones antes descritas sino que serán acompañadas por un sentido de urgencia por encontrar la fórmula milagrosa que pare ya con la novela negra del COVID-19.

Bendito sentido de urgencia. Pero la cuestión es tener claro frente a qué estamos.

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Primer factor a considerar: el tiempo récord para encontrar las vacunas. Los brutales impactos de la pandemia obligaron a médicos, científicos, gobiernos y empresas a trabajar aceleradamente en función de un mismo objetivo y esto logró acortar notablemente los tiempos para hallar las fórmulas contra el COVID-19. Así fue posible rendirle tributo a la frase de Hipócrates, el médico más importante de la antigua Grecia: “A grandes males, grandes remedios”.

Ante estas circunstancias, es preciso tener en cuenta dos variables: la primera, que la urgencia trae consigo un factor de riesgo, que se podría manifestar como efectos secundarios en la aplicación de las vacunas; la segunda, que la misma urgencia no necesariamente puede significar un peligro, sino una muestra de que la investigación científica puede recortar plazos y ser más eficaz cuando se tiene la colaboración de todos los eslabones involucrados en ella. Ya el tiempo dirá.

El segundo factor tiene que ver con los impactos que las vacunas podrían producir en las personas. Los movimientos antivacunas seguramente brotarán, pero hay que tener presente que han hecho mucho daño y no merecen ningún tipo de promoción. Pero sí es pertinente estar conscientes de que existen riesgos y las vacunas contra el COVID-19 provocarán efectos secundarios.

Frente a ello, debemos tener la suficiente sensibilidad para entender un principio bioético: dar el mayor bien a la mayor cantidad de personas, y el menor mal a la menor cantidad de personas.

El tercer elemento es la biopolítica; los juegos de poder de empresas, gobiernos y líderes. Después del anuncio hecho por Pfizer y BioNTech, vinieron otras farmacéuticas a presumir sus hallazgos. Reino Unido fue seguido por Rusia, Estados Unidos. En México, el canciller Marcelo Ebrard pretende colocarse como el héroe de la estrategia contra la pandemia, presionando a Hugo López-Gatell y a Pfizer en México para que se cuente en tiempo y forma con las primeras vacunas. Tácticas políticas puras.

“En la biopolítica hay dos órdenes de racionalidad basadas en la responsabilidad y en la responsividad. Si la vacuna funciona, todo mundo querrá asumir la responsabilidad del acto. Si no, los Poncio Pilato se reproducirán. Si pasa lo peor, dudo que haya responsables. Este montaje es muy práctico y emocional”, sostiene Rafael de Gasperin, doctor en Filosofía y profesor del Tec de Monterrey.

El cuarto elemento implica la necesidad de disponer de un manejo de riesgos contra la vacunación. Es decir, necesitamos saber ya quién se encargará de las acciones de farmacovigilancia, del registro nominal de personas vacunadas; de la custodia, almacenamiento y transportación de las dosis. Los programas nacionales de vacunación de México son ejemplares. ¿Se verán afectados por la aplicación masiva de la vacuna contra el COVID-19? Hay más dudas: ¿Cuánto costará cada vacuna? ¿Quién asumirá la responsabilidad ante efectos secundarios?

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El reto de llevar la vacuna COVID-19 a todos los rincones de América Latina

“Estamos en guerra, bajo amenaza, debemos preservar el rigor científico y bien podemos darle seguimiento a los informes y protocolos de seguridad para eventualmente modificar o revocar registros sanitarios. Con lo que tenemos podemos ir avanzando en este plan de manejo de riesgos”, afirma Mauricio Rodríguez, vocero de la Comisión de la UNAM para el COVID-19.

El quinto elemento se refiere a potenciales predicamentos bioéticos. Por ejemplo, el criterio de acceso, nadie está en contra de que los primeros vacunados sean el personal médico y los adultos mayores, pero estaremos frente a un bien escaso que será reclamado por otros grupos. Así, el principio de solidaridad también estará anulado. La autonomía se expresará en aquellas personas que decidan no vacunarse, pero dónde quedará el compromiso de hacerlo cuando estamos frente a un problema de salud pública. No habrá obligatoriedad. Y habrá que esperar que la vacuna se aplique a todos, sin las típicas distinciones económicas que ocurren en el país.

“¿Se han hecho mal las cosas? No. Se detuvo el mundo y todos nos pusimos a trabajar en la lucha contra el virus. Los Comités de Ética también han trabajado muy rápido. Con la vacuna, claro que hay retos en el almacenamiento, costo de la vacuna, transportación, distribución y aplicación”, argumenta Federico Ramos, coordinador de Comités de Ética de la Escuela de Medicina del Tec de Monterrey.

La vacuna aún no ha sido autorizada y los efectos secundarios de su aplicación ya empiezan a manifestarse.

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La solidaridad puede representar un buen negocio.

Se estima que el acceso global equitativo a las vacunas generará beneficios económicos de al menos 153,000 millones de dólares en 2020-2021 y de 466,000 millones para 2025, en 10 economías.

Según un reporte publicado por el Grupo Eurasia, reproducido por la OMS, Canadá, Francia, Alemania, Japón, Qatar, Corea del Sur, Suecia, Emiratos Árabes Unidos, Reino Unido y Estados Unidos son parte del programa ACT Accelerator, que apoya el desarrollo y la distribución de las pruebas, tratamientos y vacunas que el mundo necesita para combatir el COVID-19.

Nota del editor: Jonathán Torres es periodista de negocios, consultor de medios, exdirector editorial de Forbes Media Latam. Síguelo en LinkedIn y en Twitter como @jtorresescobedo . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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