La Ciudad de México, que aporta casi 17% del PIB nacional, pasa por una fase decisiva en cuanto al angustiante avance de la pandemia y por ello el gobierno local se encuentra en una especie de alerta máxima. No es para menos. El pico de contagios colocaría en severos problemas a los servicios de salud. Otra vez.
De acuerdo con fuentes consultadas, la Jefa de Gobierno sigue minuto a minuto la circunstancia pandémica, revisa la capacidad hospitalaria, conversa con empresarios, traza nuevas medidas sanitarias y recibe la actualización de las acciones ya emprendidas. Claudia Sheinbaum, dicen, no está regateando la declaratoria del semáforo rojo; su estrategia es tener perfectamente mapeada la ruta del virus para evitar el colapso sanitario y el crac económico.
La narrativa y modos del Presidente de la República, así como la precaria coordinación entre esferas de gobierno, se han ganado el alud de críticas. Andrés Manuel López Obrador y el resto de la clase gobernante no son culpables de la pandemia, evidentemente, pero sí son responsables de la toma de decisiones para combatirla. Sin embargo, después de varios meses no basta analizar un indicador, sino hay que ver toda la complejidad de las acciones. Y es ahí cuando el balance toma otro cariz.
Sigamos con la fenomenología de la capital del país: las pruebas rápidas ya se están aplicando, la reconversión hospitalaria se ha vuelto a considerar, se ha solicitado la colaboración ciudadana para registrar su paso por plazas comerciales, se ha sostenido la comunicación con los empresarios para encontrar las mejores fórmulas que permitan mantener, como sea, la actividad económica. El plan es agarrar los contagios en etapas tempranas y que se manejen como casos ambulatorios, en casa, y sí esperar un incremento sostenido en hospitalizaciones pero todavía manejables.
¿Qué más? En próximos días se espera que se anuncien más medidas, pero en algunos círculos hay una extraña fascinación por exigir el regreso del semáforo rojo (yo me incluí en ellos), cuando las condiciones son distintas en comparación a la primera fase de esa medida, hace unos meses, y está claro que este país no aguanta un nuevo cierre de actividades. Hoy, tenemos mucha data sobre el virus maldito y, entonces, podemos pensar en estrategias que no necesariamente nos lleven al desastre.