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El semáforo rojo empieza en casa

Hoy, tenemos mucha data sobre el virus maldito y, entonces, podemos pensar en estrategias que no necesariamente nos lleven al desastre, apunta Jonathán Torres.
mar 01 diciembre 2020 12:06 AM

(Expansión) – El enemigo ya está en todas partes. Y su omnipresencia es, en cierta medida, responsabilidad de todos. A lo largo de ocho meses hemos conocido su modus operandi, tenemos información sobre los mecanismos para reducir su contagio y las medidas para tratar de contrarrestar sus impactos en la economía. Pero el COVID-19 sigue su viaje y con éste los malos augurios toman rumbo. Viene un diciembre muy crudo.

Es inevitable el amargo sabor provocado por una mala noticia, que dará paso al regreso de los semáforos rojos y al establecimiento de medidas extraordinarias para intentar frenar la cadena de contagios que empiezan a multiplicarse con mayor velocidad, así como evitar que la economía se vuelva a colapsar y romper con la tendencia de lo que podría ser un cuarto trimestre con tasas económicas negativas.

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La Ciudad de México, que aporta casi 17% del PIB nacional, pasa por una fase decisiva en cuanto al angustiante avance de la pandemia y por ello el gobierno local se encuentra en una especie de alerta máxima. No es para menos. El pico de contagios colocaría en severos problemas a los servicios de salud. Otra vez.

De acuerdo con fuentes consultadas, la Jefa de Gobierno sigue minuto a minuto la circunstancia pandémica, revisa la capacidad hospitalaria, conversa con empresarios, traza nuevas medidas sanitarias y recibe la actualización de las acciones ya emprendidas. Claudia Sheinbaum, dicen, no está regateando la declaratoria del semáforo rojo; su estrategia es tener perfectamente mapeada la ruta del virus para evitar el colapso sanitario y el crac económico.

La narrativa y modos del Presidente de la República, así como la precaria coordinación entre esferas de gobierno, se han ganado el alud de críticas. Andrés Manuel López Obrador y el resto de la clase gobernante no son culpables de la pandemia, evidentemente, pero sí son responsables de la toma de decisiones para combatirla. Sin embargo, después de varios meses no basta analizar un indicador, sino hay que ver toda la complejidad de las acciones. Y es ahí cuando el balance toma otro cariz.

Sigamos con la fenomenología de la capital del país: las pruebas rápidas ya se están aplicando, la reconversión hospitalaria se ha vuelto a considerar, se ha solicitado la colaboración ciudadana para registrar su paso por plazas comerciales, se ha sostenido la comunicación con los empresarios para encontrar las mejores fórmulas que permitan mantener, como sea, la actividad económica. El plan es agarrar los contagios en etapas tempranas y que se manejen como casos ambulatorios, en casa, y sí esperar un incremento sostenido en hospitalizaciones pero todavía manejables.

¿Qué más? En próximos días se espera que se anuncien más medidas, pero en algunos círculos hay una extraña fascinación por exigir el regreso del semáforo rojo (yo me incluí en ellos), cuando las condiciones son distintas en comparación a la primera fase de esa medida, hace unos meses, y está claro que este país no aguanta un nuevo cierre de actividades. Hoy, tenemos mucha data sobre el virus maldito y, entonces, podemos pensar en estrategias que no necesariamente nos lleven al desastre.

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El tiempo apremia. Los políticos deberán asumir el costo de sus decisiones, pero la gran pregunta está en definir cuál es el grado de responsabilidad que como ciudadanos tenemos. Sabemos que las aglomeraciones son una fiesta del contagio y ahí vamos. Piden registrar nuestra visita en plazas comerciales y pensamos que hacerlo es perder el tiempo. Millones de personas están obligadas a salir de casa para ganarse algo de dinero, pero otros creen que no pasa nada con la convivencia social.

¿Todo es culpa de los gobiernos? No. La responsabilidad implica sacrificios. ¿Los asumimos? Diciembre pinta para ser un mes peligroso, pero hay una manera de contribuir para ponerle límites al virus: aplicar el semáforo rojo desde casa.

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• La ralentización económica para fin de año es un hecho. Según los pronósticos, el cuarto trimestre será débil pero no al mismo nivel de meses previos considerando que el eventual cierre de actividades será gradual y solo para ciertos sectores.

• La inversión privada está detenida. Si acaso, algunos inversionistas mantienen conversaciones con fondos de San Francisco que exploran nuevas vetas de negocio, rompedoras, que podrían surgir después de la pandemia.

• En la Ciudad de México, organizaciones de corte empresarial están por lanzar programas de apoyo para pequeños negocios, que se traducirán en préstamos de 15,000 a 35,000 pesos.

Nota del editor: Jonathán Torres es periodista de negocios, consultor de medios, exdirector editorial de Forbes Media Latam. Síguelo en LinkedIn y en Twitter como @jtorresescobedo . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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