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No hay innovación sin fracaso

Innovar demanda de los líderes de las organizaciones la voluntad de asumir y enfrentarse a la posibilidad real de errores y decisiones equivocadas, apunta Juan Alberto González Piñón.
jue 14 enero 2021 11:59 PM

(Expansión) – En la búsqueda por hacer de la innovación un acto totalmente previsible y controlable, muchas empresas han creado áreas dedicadas específicamente a gestionar la innovación, sin embargo, esta aproximación hacia la creación de nuevos productos o servicios, ha mostrado no estar funcionando.

Si bien, en algunos casos, han desarrollado nuevos productos o han cambiado su modelo de negocios, no han logrado desarrollar una cultura hacia la gestión del conocimiento, capaz de crear nuevos paradigmas, que se atrevan a ir más allá de solo mejorar algo ya creado.

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La innovación como el impulsor del crecimiento en las empresas se basa en hacer apuestas audaces, apoyadas en procesos de experimentación, en donde no se conoce por anticipado si dichas iniciativas van a funcionar. Se debe estar dispuesto a fracasar pues de lo contrario no se estará preparado para aprender y por lo tanto tampoco se logrará crecer y evolucionar.

Al hablar de innovación en soluciones tecnológicas es inevitable que hablemos del ciclo de adopción de la tecnología que como su nombre indica, hace referencia a cómo dichos productos son asimilados por el mercado. En los extremos hay dos opciones: la adopción evolutiva o continua, que no supone ningún cambio con lo que se ha estado haciendo hasta el momento en términos de uso y compatibilidad.

Por lo general su propuesta de valor se enfoca a mejorar ya sea la funcionalidad, conveniencia, precio o experiencia de usuario y es la apuesta más común para muchas empresas en el campo de la tecnología, en donde la innovación no implica ningún cambio de hábito.

Y en el otro extremo tenemos la innovación discontinua, la cual demanda para su adopción un cambio en la forma en que se interactúa con el producto y cómo se consume, es decir, que requiere de modificaciones en los hábitos y en las formas de generar y entregar valor.

Es deseable que las empresas mexicanas comiencen a gestionar la innovación discontinua o disruptiva, la cual se origina de un proceso profundo en la identificación de las debilidades en las categorías de productos o servicios existentes, para luego pasar por un proceso de destrucción creativa que propicie cambios en aspectos como; el bien o servicio, el modelo de negocio predominante en la industria, las técnicas y procesos de producción y los modelos de comercialización.

Para ello las empresas deben tomar en consideración tres elementos; evitar trabajar de manera permanente pensando solo en el presente, no engancharse en el largo plazo a las características de un producto o servicio exitoso y permanecer cercano a los cambios en el valor de la identidad de los consumidores con la marca y los productos.

El enfoque de innovación adoptado por la mayoría de las empresas ignora estos elementos, con lo cual su innovación solo se limita a mejorar la funcionalidad de un producto, con resultados promedio de crecimiento en ventas y participación de mercado.

La innovación disruptiva en su etapa inicial es atractiva a un mercado representado por consumidores que son entusiastas de los cambios, son personas que les gusta ser los primeros en probar nuevos productos, al entender la fase temprana de estos productos y servicios no esperan un funcionamiento perfecto ni un diseño pulcro y por ello hacen una apuesta por su consumo, puesto que son soluciones con potencial para mejoran notablemente el rendimiento (beneficios) de un producto o servicios.

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Las empresas que están detrás de este tipo de innovaciones son las que comúnmente logran captar un nivel de rentabilidad mayor, dado el alto valor percibido por los consumidores y su relación con el valor comercial del bien o servicio.

También este tipo de mercado prefiere pagar un poco más, si esto les da la confianza de tener un buen producto/servicio, con un buen nivel de seguimiento postventa por si surge algún problema.

Las empresas que están preparadas para gestionar el fracaso que hay detrás de la innovación son menos frágiles y más audaces que las empresas que aspiran a la perfección como el medio para la obtención de rendimientos crecientes.

Muchos le temen al fracaso porque ignoran que este es una fuente de crecimiento. A veces se estigmatiza una determinada situación como "fracaso" y se deja de ver como algo circunstancial para transformarse en algo permanente.

Innovar demanda de los líderes de las organizaciones la voluntad de asumir y enfrentarse a la posibilidad real de errores y decisiones equivocadas.

En la innovación, tanto las empresas como las personas deben dejar de jugar a no perder lo ya obtenido y a cambiar su paradigma hacia jugar para ganar lo que no se tiene.

Nota del editor: Juan Alberto González Piñón es director de Spark UP y académico de la Facultad de Empresariales de la Universidad Panamericana. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones expresadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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